Estamos estos días aprendiendo en la escuela del Maestro las claves de la evangelización. Hoy el Maestro nos enseña las dos grandes virtudes del apóstol: la sagacidad y la sencillez. Y para ello nos presenta dos imágenes: la serpiente y la paloma.

¿Qué significa ser astuto? Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua ser astuto significa ser hábil para engañar o evitar el engaño. Entendemos bien que Jesús se refiere al segundo aspecto. Ser astuto como serpiente quiere decir escurrirse y evitar el engaño. El apóstol tiene que enfrentarse a una tarea nada fácil, como la misma misión de Cristo, y es por ello que tiene que ser astuto para que el príncipe de la mentira no le engañe. El demonio siempre comienza tentando con un engaño. Es el maestro de la mentira. Será decisivo para el que es enviado a evangelizar apoyarse en el Señor y no dejarse engañar. Para ello es determinante saber que con la tentación no se dialoga. Con el demonio no se dialoga. El Señor nos pide ser astutos para evitar que se nos engañe y entonces quedar atados. San Ignacio de Loyola en su célebre meditación de las Dos Banderas en sus Ejercicios Espirituales no alienta precisamente a ello: La estrategia del mal caudillo es la de echar redes y cadenas de engaño, tentar y esclavizar.

La segunda virtud del apóstol es la sencillez. ¿Cuál es su significado? El diccionario define al sencillo como el que es natural, espontáneo y que obra con llaneza. Es aquel que no ofrece dificultad. Ser sencillo, por tanto, es ser transparente y no complicarse la vida. El sencillo es aquel que no se deja atar por engaños. Esta virtud va muy unida a la mansedumbre y a la humildad. Si el demonio es el maestro de la mentira, Jesús, en cambio, es el Maestro de la humildad y de la sencillez.

Vemos que las dos virtudes las vive de una manera muy especial el Señor. De él aprendemos a no atarnos y evitar los engaños. Lo vemos en toda su vida pero especialmente en el pasaje de las tentaciones. Jesús no se deja engañar. Y también aprendemos la sencillez. De hecho nos invita a ello: Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que Yo os aliviaré. Aprended de Mí que soy manso y humilde de Corazón.

El consuelo está en que Jesús nos envía. Así lo predicaba San Juan Crisóstomo:

El consuelo de todos los males lo tenían ellos en el poder de aquel que los enviaba, por eso les dijo lo primero de todo: «Mirad, yo os envío» que equivale a si dijera: No os asustéis porque os envíe en medio de los lobos; porque puedo yo hacer que no sufráis daño alguno y no sólo el que vosotros os mostréis superiores a los lobos, sino el que seáis más terribles que los leones. Y conviene que así suceda, porque de esta manera os haréis más ilustres y se extenderá más mi poder. En seguida, a fin de que ellos pusieran algo de su parte y no creyesen que serían coronados sin mérito alguno, añade: «Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas».

Que María, la mujer prudente y sencilla, nos introduzca en la escuela de la Mansedumbre y la humildad del Corazón de Jesús.