Seguimos sen el jubileo de la Misericordia, no se nos debe olvidar en verano y buscar alguna de las puertas santas que encontréis en los lugares de veraneo. En mi parroquia pensamos algún signo concretos de misericordia, algo que quedase para el futuro. Repasando las obras de misericordia nos dimos cuenta que la última corporal y espiritual podían ser las más olvidadas este año: Enterrar a los muertos y rezar por los difuntos. Así que como obra de misericordia concreta hemos instalado en la cripta de la parroquia unos columbarios, el enterramiento para las cenizas. Pero tienen una peculiaridad: no están a la venta. Son columbarios gratuitos para niños y jóvenes que hayan fallecido por enfermedad, accidentes, droga, etc. No aparecía que poner en un lugar donde se reza y sin pedir nada a cambio más que la oración, para unos padres que acaban de perder a un hijo, era una estupenda obra de misericordia en un momento doloroso y crucial de la vida de una familia. Ya están bendecidos y en uso. Aunque no le hemos dado mucha publicidad sí es conocido por la gente de la parroquia y eso nos ha valido a los sacerdotes que se acerquen a hablar las familias que tienen hijos enfermos y, desde el Evangelio, hablar del sufrimiento de los más pequeños. ¡Cuánto sufrimiento el palpar la posibilidad de la muerte en los más jóvenes! ¡Y cuánta gracia y fortaleza derrama el Espíritu Santo sobre esos padres!.

-«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. 

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. 

¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. 

Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Para nuestro Buen Padre Dios siempre como niños pequeños, no lo dudes. Y cada sufrimiento, cada pena, cada desconsuelo, cada vez que nos perdemos o nos desorientamos, en las ocasiones en que dudamos o vamos tirando nuestra vida a la basura, Dios se compadece de nosotros, padece por nuestros males como los padres buenos padecen los sufrimientos de sus hijos. Dios no nos mira como un astrónomo mira las estrellas, desde lejos, observando pero sin inmiscuirse en su devenir. Dios te quiere y se ha implicado en nuestra vida hasta mandarnos el remedio definitivo: La encarnación de su Hijo y nuestra redención.

Por ello nosotros tampoco podemos hacernos observadores de la vida de los otros. Dios nos manda muchas veces como bálsamo, como consuelo, como esperanza, como caricia de misericordia. El Papa nos lo recuerda tantas veces. Una palabra a tiempo, un rato de escucha, una ayuda con aquello que sabemos que el otro necesita no es sólo un acto nuestro, sino la acción de Dios por nosotros. Hoy muchas pequeñas ovejas corren fuera del rebaño y muchas veces, por mil excusas inexcusables, callamos. ¿Qué les diría el Señor? Abandonaría la vergüenza, el complejo, los miedos incluso la honra para recuperarlos para el único rebaño de Jesucristo, no las dejaría marchar a una muerte segura. Pues ahora no es tiempo de callar.

Es muy triste ver a un niño que se cree grande y pierde su infancia y cree que ya no tiene que escuchar a sus padres. Que nosotros escuchemos la voz del buen pastor y enseñemos a los demás a escuchar. Edith Stein aprendió a escuchar leyendo en una noche a Santa Teresa, se dejó encontrar por Dios y nunca le abandonó, ni por temor a la muerte. Que Santa Teresa Benedicta y nuestra Madre la Virgen del Cielo nos haga cooperadores verdaderos del Buen Pastor, no seamos disgregados del rebaño y jamás, jamás, escandalicemos a los pequeños o dejemos que se pierdan.