El otro día en una conversación entre unos amigos que no sobrepasaban los cuarenta años comentaban que cuando eran niños o jóvenes o en el colegio, no se comportaban de tal u otra manera, o no sucedían ciertos sucesos o ciertas actitudes eran impensables. Se lamentaban de que parece que ya son unos “viejos” por la forma de hablar o pensar al analizar la realidad. No son viejos, sino que el mundo de hoy va demasiado deprisa y los cambios son cada vez más rápidos y, a veces, temerarios. Esto hace que sea cada vez más difícil tener un espíritu crítico ante ellos y poder meditarlos con suficiente profundidad para discernir lo que es bueno de lo que no lo es.

San Pablo dice hoy a los cristianos de Tesalónica «hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta». Y es un buen consejo. El ritmo frenético y el estrés en el que esta embarcado nuestro mundo occidental esta provocando que parezca que todo tiene que tiene ser nuevo constantemente y que nada es permanente, ni siquiera los valores, convirtiéndose lo anterior en desechable. Tenemos muchas distracciones y muchas tentaciones para abandonar el camino de la fe y de la forma más sutil: en el conformismo y el “borreguismo”, en el acomodamiento y en lo más fácil. Jesús acusa en el pasaje del evangelio a los que deberían ser lo mejor del pueblo de Dios, los que tienen la responsabilidad de guiarles a Dios, de haberse acomodado en este mundo y en sus tentaciones y abandonar «la justicia, la misericordia y la fidelidad », rebosando de robo y desenfreno.

No es malo lo que siempre ha sido bueno, lo que vale de verdad lo que el Señor nos ha enseñado de generación. No son malos tampoco los cambios si son para que todo mejore, para seguir el plan de Amor de Dios. El Evangelio no es desechable y la voluntad de Dios es actual y permanentemente nos da la vida. No caigamos en la hipocresía de la ideología dominante de hoy, de las modas superficiales y relativistas que denuncia Jesús. No nos dejemos engañar y con las peticiones que hace Pablo en la primera lectura no caigamos en la tentación, ni dejemos de buscar y proclamar la llegada del Reino a nuestras vidas, siguiendo las palabras del salmo 95.