Un joven que conozco me comentaba impactado que escribió un mensaje de whatsapp a una amiga que hacía tiempo que no hablaba con ella y sabe que tiene problemas, para felicitarla por su santo, y le ponía una referencia con las virtudes cristianas de la santa y cuando vivió, por si la ayudaba. Le dio una fría respuesta agradeciendo la “lección de historia”, ya que seguro que no conocía que ese día era su santo.

Este joven no pretendía demostrar una sabiduría de palabras o conocimiento, sino destacar las cualidades cristianas que nos ayudan, aprovechar un acontecimiento nacido de la fe para ayudar a su amiga. Y le animé, comentándole que hizo una buena obra y coherente con lo que cree. Dice Pablo que nosotros predicamos a Cristo, «un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios», algo que solo nos damos cuenta los que somos prudentes y tenemos nuestra alcuza llena de aceite, o sea, los que intentamos seguir a Cristo coherentemente, crecer en nuestra fe, formándonos, celebrando y actuando conforme a sus enseñanzas, como lo intenta vivir este joven.

Hay muchos que se encuentran en su vida como las doncellas del evangelio con la alcuza vacía, ya que no están en vela, buscando “sabidurías humanas” de la vida (como en los programas del corazón de la televisión, en las revistas o ciertos libros de autoayuda), creyéndose cualquier cotilleo, superstición, o siguiendo lo que hacen los demás o lo que hace la mayoría. Personas que, aunque son bautizadas, viven un cristianismo mediocre o muy alejados de Dios, preocupados por las cosas materiales o de la fama personal o de sus necesidades. Es como si la cruz fuera para ellos necedad e, incluso, les escandalizara. Se creen, o aparentan, ser sabios de la vida, con una religión o conjunto de creencias a su manera, “customizado”. Como las doncellas imprudentes se creen que todo se consigue con dinero, que se soluciona comprando, hasta la felicidad o la salvación.

El salmo 32 nos da algunos consejos de cómo tener “la alcuza llena” ante el Dios. Nos invita a la confianza en sus planes que son «proyectos de su corazón» que nos llevarán a la salvación, a la felicidad, a la plenitud con Él. Esto es lo que hacen las “doncellas prudentes” del evangelio, personas que piensan acerca de los riesgos posibles que conllevan ciertos acontecimientos o actividades, y adecuan o modifican la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios, por eso están siempre preparadas para la llegada “del esposo”. Nosotros también tenemos que estarlo, para que cuando nos llegue el momento que tengamos que pasar a la Vida entremos con Él. «Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».