¡Cómo cuesta tragar la cruz! Cómo nos cuesta entrar en la escuela de la cruz. Es muy fácil acompañar al Señor en sus momentos de gloria. Es más fácil subir con Jesús al monte de la Transfiguración que subir al monte Calvario. Es más fácil ir con Jesús a la multiplicación de los panes y los peces que ir a la cruz. De hecho al calvario le acompañaron muy pocos.

Los criterios de Jesús nos cuesta entenderlos. Así les sucedía a los apóstoles. Sabían que era el Mesías pero no entendían el modo en que Jesús era Mesías. Y Jesús lo sabe. El reconoce que aceptar la cruz no es inmediato. Reconoce que hay que esforzarse, que cuesta. Por eso les dice: Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres. Pero ellos, dice el evangelista, no entendían este lenguaje.

A los apóstoles les cuesta entender el lenguaje de Jesús. ¿Cuál es este lenguaje? ¿En que idioma habla Jesús?

Jesús no tiene otro idioma que el de la caridad. Sólo habla con el lenguaje de la entrega, el del servicio, el del amor.

No nacemos hablando ¿verdad? Tampoco nacemos entendiendo este lenguaje de la entrega. Del mismo modo que tenemos que aprender a hablar, así también, tenemos que aprender a entregarnos.

Para poder aprender este idioma Jesús nos muestra un camino lleno de prácticas. Nos lo enseña con sus acciones: tiene compasión con los pobres y necesitados; se acerca al que sufre en el cuerpo o en el alma; se abaja y arrodilla para lavar los pies a sus discípulos; no tiene tiempo para sí; pasa las noches enteras en oración; está preocupado constantemente de las necesidades de los demás; no se reserva nada; lo da todos hasta el punto de poder decir en la cruz: Consumatum est (Todo lo he cumplido).

Entrar en la amistad con Jesús es entrar en su lógica y hablar el mismo lenguaje. De lo contrario nunca nos entenderemos…

Que la Virgen María que se entendió con Él de maravilla porque hablaban el mismo idioma nos conceda ser alumnos aventajados en esta escuela.