Job 1, 6-22

Sal 16, 1. 2-3. 6-7  

“Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás.

El Señor le preguntó: -«¿De dónde vienes?» Él respondió: -«De dar vueltas por la tierra.»

El Señor le dijo: -« ¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.» Satanás le respondió: -« ¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara. » El Señor le dijo: -«Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques. » Y Satanás se marchó.” Comenzamos a leer el libro de Job, el de la paciencia, del que tanto se habla y tan poco se conoce. Es Satanás, el acusador, el que le complica la vida al santo Job. Satanás siempre está acusando. Nos repite a la oreja: No vales, eres malo, no haces las cosas bien, sin esto no puedes vivir, sepárate de tu mujer, no hagas tanta limosna, guarda un poco de tu tiempo para descansar,… Siempre está ahí, fastidiándolo todo. Job se queda sin bienes, sin familia, casi sin amigos. Se convierte en un maldito, en un rechazado de Dios para los demás. Pero “a pesar de todo, Job no protestó contra Dios.”

Y es que Job entiende algo muy importante. Dios no nos mira con los ojos de Satanás. No nos acusa ni nos valora según nuestros criterios. Como Dios sabe que nos lo ha dado todo y podemos perderlo todo su juicio sobre nosotros es el contrario al acusador. «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mi; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Para Dios sigue siendo importante, un siervo bueno, aunque ya no tenga su hacienda ni su prestigio a los ojos de los hombres. Dios se resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.

Por eso a la hora de tomar una decisión en nuestra vida, en el momento de valorar nuestra situación actual o calificar un acontecimiento que nos ha ocurrido, debemos preguntarnos si eso nos aparta de Dios. Si la respuesta es que no nos aparta del Señor, ten paz y sigue adelante, tal vez vivas económicamente peor, pero serás más humano y más divino.

Las decisiones que Santa María y San José tuvieron que tomar en su vida no fueron fáciles. Su único criterio era no separarse de Dios hecho niño. Que tampoco a nosotros ninguna situación externa nos aparte del amor de Dios. Y cuando venga el acusador mándalo a paseo.