“Dios mira desde el cielo, se fija en todos los hombres” (Sal 32)

Primera Consideración: Cuando en una gran ciudad como Madrid te introduces entre las multitudes que caminan por sus calles principales o en el Metro en hora punta, puedes llegar a sentirte poca cosa. Un individuo más sumergido en masa de gente, alguien anónimo entre otras personas sin nombre.  En aquellos momentos surge una meditación muy especial… “Dios se fija en todos los hombres”, “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados”…; palabras del salmo y verdades de Cristo, revelación de Dios. Es así, mirando a tu alrededor en el vagón de metro, aunque tú no conozcas a nadie, Dios conoce a todos desde el seno materno. El Padre está con cada uno haciendo una historia de amor muy particular: con este muchacho, con aquella adolescente jugando con su móvil, con la señora que lee su libro o el señor del maletín; Dios los mira a todos, el Padre está atento a todos sus hijos.

Segunda consideración: Alguno podrá tener una vida llena de entrega a los demás, otro podrá esconder secretos inconfesables, alguna persona mira con tristeza sus pobrezas… Para el Padre cada uno es único y los ama infinitamente. Entonces surge en mí la certeza de que el otro, es “otro yo”. Así el otro no es un adversario, un enemigo o un problema. ¿Quién soy yo para juzgarle? El que está a mi lado, como yo, es un pobrecillo a los ojos de Dios. Nada hay en su vida, por mucho que quiera ocultarlo a los demás, que el Padre no lo conozca a fondo.

En esta mirada de Dios, muchos han visto algo negativo, mostrando a Dios como un guardia-centinela dispuesto a castigarnos por nuestras malas acciones. Pero el positivo es la clave: como Dios lo ve todo, cada cosa, por pequeña que sea, tiene para Él un valor infinito. Es bonito pensar que Dios cuando hacemos un pequeño trabajo, limpiamos la casa, visitamos a un anciano, o saludamos con cariño a la vecina, etc.,  también lo conoce y lo tiene muy en cuenta. La vida no es grande porque sea reconocida ante los demás, la vida es grande porque para Dios no hay vidas pequeñas. Toda vida, tenga o no tenga repercusión mediática, es valiosísima para el Padre.

Tercera Consideración: Por eso Jesús hoy pide que nos cuidemos. Sobre todo cuando estemos en los momentos más íntimos, en soledad, dónde nadie nos puede recriminar lo que hagamos, pero donde el enemigo del alma está al acecho para hacernos sucumbir y destruirnos.  No hay que temer a fallar delante de los demás y que éstos nos corrijan o avergüencen. Lo que hay que temer es llevar una doble vida, donde de cara a los demás aparezcamos haciendo el bien y por otro lado, en lo privado, vivíamos sujetos a otros pensamientos, sentimientos y quereres llenos de tinieblas. ¡Cuidado con quien puede matar tu alma, a ese… sí hay que temer!

Que estas consideraciones dilaten nuestro corazón y nos lleven a darnos cuenta de la inmensidad de la Misericordia de Dios por nosotros.