En el Evangelio de hoy parece que Jesús esquiva la situación tan tensa que se le presenta respecto al reparto de la herencia entre dos hermanos: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?» Como cristianos diríamos: ¿pero si tú, Jesús, eres el único que puede ser Juez de vivos y muertos? Sin embargo parece que Jesús, una vez más, no quiere imponer su poder y su derecho a ser juez. Como buen amigo y maestro quiere Jesús que usemos nuestra libertad. Para ello nos explica un caso muy concreto de codicia y de egoísmo.

Frente a este caso Jesús nos introduce en la mirada de Dios, en lo que Dios valora y en lo que no valora. Aunque estas palabras son claras y duras, son expresión de un amor muy verdadero, que no quiere que nos perdemos el ser de los que más disfrutan de la vida porque dejan la seguridad de la orilla (Evangelii Gaudium 10) y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. Con estas palabras nos muestra el camino del verdadero dinamismo de la realización personal: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»

Seguramente muchos de los lectores puedan reconocer en su propia vida que de hecho, la vida se realiza dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad.

“Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.” Esto es algo que hace unos meses pudo ver una misionera que visitaba a una mujer en fase terminal de cáncer en una de las mejores clínicas de Frankfurt. Por su nivel económico se podía costear esa clínica, pero a pesar de las atenciones de los mejores especialistas, estaba muy triste de que ninguno de sus hijos venían a verla. Se la veía descuidada como quien quiere morir pronto para ya no ser una carga para nadie. Todo su dinero no la aseguró el amor de sus seres más queridos. Sus hijos vivían el egoismo de pensar que tenían que realizarse en la vida y no “hipotecarse” la vida cuidando de su madre.

Jesús nos propone: Atesora en lo que permanece, acumula relaciones de Amor verdadero, reparte tu amor y tu dinero con los demás. Sí, el Amor y el dinero; ambas cosas. Como dice Francisco: Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. En este sentido, anima el papa a todos y también a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos»(EG 57) ¡Que podamos ELEGIR el vivir acumulando tesoros en el cielo, siendo ricos a los ojos de Dios!