En el Evangelio de hoy como el Señor designa a un grupo más grande de setenta y dos personas para que fueran por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. ¿Qué hizo que estas personas se lanzaran a ir por delante anunciando a Jesús? ¿Por qué a veces nos cuesta tanto salir al encuentro de los demás y hablarles de nuestra esperanza y de nuestra fe?

Estas personas eran discípulos de Jesús. Quizás sea bueno refrescar qué significa ser discípulo de Jesús. No es tenerlo ya todo claro y no fallar nunca. Un discípulo en griego “mathetes” es aquel que aprende, aquel que desea crecer, que está sediento del conocimiento.

Algo debe ocurrir para despertar esta sed: una relación de Amor. Solo el encuentro personal despierta una sed insaciable de conocer cada vez más a la persona que se ama, aprender de Jesús Maestro de vida, de sus labios. Pensar que ya lo tendría que saber todo o que no me falta nada, es lo más contrario a dejar que Dios me pueda sorprender cada día y de comprender que esto una aventura que abarca toda una vida.

Hoy puede ser un buen día para preguntarnos: Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, no es cuestión de un carácter más o menos tímido, sino que quizás necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos y nos haga reconocer que no es lo mismo caminar con El que caminar a tientas (EG 266).

Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, es bueno acordarse de que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; descubramos que es sólamente distinto (EG 263) y que es justamente en “ésta hora” que Jesús nos llama a cada uno a ser sus discípulos. Es a cada un de nosotros a quienes quiere enviar a todos los lugares donde vivimos y trabajamos.