Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador. ¿De qué fuentes nos habla el salmo de hoy?
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden (EG 276). Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, unas aguas, una fuente de un Amor más fuerte que la injusticia, el dolor y muerte.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas. ¿Cuáles son esas hazañas?  En el campo arrasado de algunas de nuestras relaciones, de la falta de diálogo, del rencor o de situaciones personales de nuestra vida, vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Esta alabanza, no evita ser consciente de que hay muchas cosas negras en la vida y en el mundo, pero de una forma u otra, y a menudo a través de personas que no dejan de amar, el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse.

Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Y por eso podemos proclamar que el nombre de Dios es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas. ¿Cuál es la mayor proeza de Dios? Sufrir y morir ahí donde sufre y muere un solo hombre de ésta tierra y vencer resucitando de la muerte. Porque tenemos un Dios así de solidario y fuerte y porque hay personas que le dejan resucitar a través de sus vidas, podemos gritar jubilosos: ¡Qué grande es en medio de ti el santo de Israel! Tañed para el Señor, que hizo y sigue haciendo proezas.