En el Evangelio de hoy Jesús nos vuelve a hablar de la necesidad de la conversión. Lo interesante es el marco en el que lo hace, al poner la parábola de la higuera:

«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas.»»

Al parecer alguien, que no es el dueño de la higuera, ve que ésta después de tres años no produce y la quiere cortar. La mirada del viñador es claramente diferente. El viñador expresa la paciencia y la esperanza de aquel que cree que con el paso de un poquito más de tiempo la higuera puede llegar a dar fruto. A veces la mirada que tenemos con la vida de los demás es así: Llevo esperando X tiempo y esta persona no cambia. Esta mirada también la proyectamos sobre nosotros mismos.

Dios nos invita a descubrir que la vida es el tiempo de la paciencia de Dios con cada hombre y mujer de esta tierra. El trata de seducirnos el corazón y hacernos capaces de dar frutos de amor, paz, entrega por los demás. Probablemente si continuáramos esta parábola, si después de 4 años siguiera sin dar fruto, el viñador volvería a pedir un año más de prórroga. La única que no concede prórroga es la muerte.

¡Qué sintiendo la mirada creyente del viñador de nuestras vidas y no por miedo, podamos dar mucho fruto en nuestras vidas!