Cuando ayer se publicó la instrucción “Ad resurgendum cum Christo” sobre el enterramiento de las cenizas de las personas incineradas y lo publicaron los medios digitales, se armó el revuelo entre los comentaristas de las noticias con todo tipo de intervenciones de uno y otro confín. Cuando se habla de la muerte todo el mundo interviene, creyentes o no, pues sabemos que todos hemos de morir y a todos se nos ha muerto algún ser querido. Cuando en la parroquia pensábamos hacer un columbario –lugar de enterramiento de cenizas-, fuimos a visitar distintos tanatorios y nos asombró cuando nos enseñaban salas llenas de urnas de cenizas de personas que nadie recogía y simplemente dejaban en el olvido y otro se hiciera cargo de sus restos, por muy incinerados que estén. Desechamos la idea hasta este junio, en que colocamos en la parroquia un columbario gratuito para niños y jóvenes en la cripta de la parroquia (ya lo dije en algún comentario anterior).

No tengo ni idea si serán muchos o pocos los que se salven (es un concepto relativo, 7 es mucho respecto de 10 y poco respecto de 10.000), pero sí sé que es indispensable el rezar por vivos o difuntos, no olvidarlos.

“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”. Esta imagen de la puerta estrecha ha hecho pensar a muchos que la vida cristiana es una continua sucesión de obstáculos y dificultades que si no los encuentras tú te los pone Dios a ver si eres capaz de llegar hasta el final sin tirar la toalla. Y hay gente que se enfada con este Dios y no me extraña. Sin embargo, esos mismos son capaces de cantar, con la música de Serrat, los versos de Antonio Machado: “Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.” Y dicen que es muy bonito. La imagen es la misma. Por la puerta angosta no se pueden pasar muchas cosas, la mochila no puede estar muy llena ni la panza repleta, pue son cabrías. El que se salve, es decir, el que se vaya uniendo a Cristo en esta vida, se va liberando de cosas innecesarias hasta llegar al “sólo Dios basta.” Van importando poco las cosas materiales (la mortaja no tiene bolsillos, se dice), ni la honra, ni el aplauso, ni las reverencias (ahora se llaman pelotilleo), ni los éxitos humanos ni la cultura del bienestar esa. Y cuando uno es más libre para amar la puerta estrecha se va viendo más y más ancha, pues esa puerta es Cristo que para abrazarte le estorban tantas cosas que llevamos encima. Entonces la vida no es una carrera de obstáculos, sino que son todas esas cosas las que nos obstaculizan avanzar. Y cuando vemos a otros cargados como mulas les ayudamos a ser más libres y a tirar todo lo que les estorba en su avanzar hacia Cristo.

Tristemente a muchos les preocupan más hoy las cosas que la salvación…¡qué cosas! Ojalá a nosotros nos preocupe mucho nuestra salvación y la de todos los que Dios pone en nuestro camino, liberándoles de tantas cargas innecesarias y, tantas veces, ridículas.

En el coche llevo una estampita de la huida a Egipto. María, José el Niño y el burro…, nada más, lo demás era un estorbo. ¿lo es para ti y para mí? No sé si serán muchos los que se salven, pero yo quiero salvarme y quiero que tu te salves.