Una de las imágenes que se repiten más a lo largo del tiempo del Adviento es la del camino. Ayer, el Bautista, nos invitaba a preparar el camino al Señor. Hoy es el profeta Isaías quién nos dice que el Señor abrirá una Vía Sacra.

Eso cantamos, también, en el canto tradicional de la Virgen Sueña Caminos: De Nazaret a Belén hay una senda por ella van los que creen en las promesas.

El Adviento es el tiempo de los caminos y nosotros somos caminantes. El hombre es por definición un caminante. Cada mañana al despertar se nos are un camino nuevo. Continuamente estamos llamados a abrir caminos, y estos se abren caminando. Los caminos de nuestra vida no están todavía trillados, los tenemos que abrir a base de caídas y levantadas.

Es lo que vemos en el Evangelio de hoy. Este paralítico tenía buenos amigos. Y como buenos amigos le abrieron un camino nuevo. Con gran creatividad se las apañaron para llegar a Jesús. ¡Menuda creatividad! Entraron por el tejado. Hay que reconocer que originales fueron. Dios nos da la fuerza para ser creativos y no pararnos ante los obstáculos que nos impiden acercarnos a Él.

Lo que nos sorprende más todavía es que quien está interesado en abrir caminos es Él mismo. Dios va a abrirnos hoy una Vía Sacra. No significa que va a quitarnos los obstáculos sino que lo que quiere es que crezcamos caminando. Dios nos abre un camino para nuestros pasos sin quitarnos la creatividad pues camina a nuestro lado. El mismo Señor conducirá al caminante, y como nos dice Isaías, los inexpertos no se extraviarán… caminarán los redimidos y volverán los rescatados del Señor (Is 35, 8-9).

Su amor en nosotros, su compañía, el deseo de presentarnos ante Él para que nos cure, será lo que nos guíe por las sendas del Adviento. Este amor es un camino nuevo y seguro porque es él mismo. Jesús se hace Camino en persona, marcha por delante.

A María le pedimos nos acompañe a recorrer el camino a Belén.