Estamos a pocos días de la Navidad. Las lecturas de hoy nos hablan de Sansón y de Juan Bautista. Es grande la semejanza entre ambos. Los dos nacen de una mujer que, hasta ese momento era estéril y ambos han de consagrarse al Señor. El milagro, en ambos casos, es que una mujer infecunda, llega a concebir. En el caso de la concepción de Jesús es totalmente distinto, ya que la suya es virginal. María no conoció varón y, como reza la Iglesia, fue virgen antes, durante y después del parto.

En los evangelios de los próximos días vamos a encontrarnos con Juan Bautista en varias ocasiones. Hoy se nos habla de su concepción, pronto de su santificación en el seno materno cuando la visitación y, después, de su nacimiento y aún del canto que entona Zacarías. En siete días Juan aparece cuatro. De alguna manera se nos está diciendo que esperemos a Jesús fijándonos en Juan. Por otra parte, en las últimas semanas ya nos hemos encontrado con él, invitándonos a vivir intensamente el Adviento. Pero durante esta semana Juan no dice nada, sino que son otros los que nos hablan de él. Hay que meditar acerca de Juan.

Veo claro que hay que hacerse amigos de Juan. Porque Juan es amigo de Jesús. Y la amistad siempre es misteriosa pero, a través de los santos, que son los amigos de Dios, Dios mismo nos enseña cómo llegar a ser amigos suyos. Pero Juan es un amigo muy especial. Dios le ha manifestado su preferencia ya a través de su concepción milagrosa. Jesús ha querido que viniera al mundo poco antes que él. De haber ido a la escuela hubieran estado juntos. Hay un simpático cuadro de Murillo titulado El niño de la concha. En él aparece Jesús niño dando de beber a Juan, que tiene su misma edad. Aunque los evangelios nada narran de la relación entre Jesús y Juan en su niñez y adolescencia sabemos que toda la vida de Juan estaba ordenada a Cristo.

Juan también dijo de sí mismo que era amigo de Cristo: “El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio.” Son palabras muy singulares, porque la novia de Cristo es la Iglesia. Así Juan se sitúa totalmente en la obra de la redención de Cristo. Su alegría es la realización de la obra redentora de Cristo, de la que nace la Iglesia esposa. También son palabras muy hermosas que nos hablan de un corazón que había experimentado la dulzura de una amistad profunda con el Señor.

La gestación de Juan va acompañada por el silencio de Zacarías. El silencio de Zacarías aparece como un castigo ya que ha dudado de la palabra del ángel. María no pidió una prueba a Gabriel. Zacarías sí que lo hizo. San Agustín ya se había fijado en que aquel que había de ser “la voz” debía ir precedido del silencio. Silencio que después Juan cultivará también en el desierto. Tendrá un sentido penitencial pero también será para embeberse totalmente en la contemplación de Cristo. Pero, como nos mostrará la escena del bautismo de Jesús, es una amistad que se abre continuamente a algo más grande. Cuando Juan intente resistirse al deseo de Jesús de ser bautizado, accederá tras escuchar la voz de su amigo quien le indica que debe cumplirse toda justicia.

Los relatos que hoy escuchamos nos recuerdan que Dios va disponiendo la historia para realizar su plan de salvación. En ella descubrimos personajes muy singulares. Pero en ellos también reconocemos el amor singular que Dios tiene para cada uno de nosotros. El misterio de la Navidad Jesús lo quiere celebrar con cada uno de nosotros. Que Juan Bautista nos enseñe a ser amigos de Cristo.