Los Santos Inocentes es una fiesta litúrgica que ha tenido una amplia y controvertida historia pero es lógico que se conmemore dentro del ciclo navideño, ya que los niños de Belén fueron asesinados en la persecución al niño-Mesías recién nacido. El cruel mandato de Herodes no hace más que acrecentar la leyenda de terror  que acompaña su figura, ya que incluso fue capaz de planear  el asesinato de su propia esposa asmonea, su suegra, su cuñado y tres de sus hijos.

Los bebés menores de tres años que fallecieron aquellos días no cometieron ningún delito, no eran merecedores de castigo por ninguna acción contra el imperio, simplemente fueron asociados en su muerte a una comunión misteriosa con Jesucristo de la que ni siquiera fueron conscientes. Por ello, son también considerados los primeros mártires cristianos de la historia. Pues dieron la vida a causa de Cristo, ya que todos fueron asociados a él, pues cada uno de ellos podrían ser él. Hoy cualquier persona que es perseguido, denigrado o sufre en su cuerpo y en su espíritu por defender los valores y derechos inalienables de la persona, puede encontrar un camino de unión con Jesucristo particular, como les ocurrió a los pequeños inocentes de Belén.

Por otra parte, aquellos bebés de entonces son, en su desgracia, testimonio directo de que algo grande estaba pasando: la venida del Mesías. Todo asesinato perpetrado por Herodes tenía como fin acabar con aquellos que podían atentar contra su poder y su reinado. Al mandar ejecutar a esos niños quería eliminar al mayor de sus enemigos potenciales: al que podría ser el Mesías- Rey de Israel. Por eso, su orden es un vestigio claro en la historia de que alguien importante estaba entre nosotros, el Rey de reyes. La matanza de los inocentes es profecía de la presencia real de Dios entre nosotros.

Hoy, los hospitales infantiles están habitados por los más grandes profetas de Dios. Con el martirio de sus enfermedades, en algunos casos de un sufrimiento terrible, están indicando qué es lo esencial de la vida, y lo gritan a un mundo narcotizado por el materialismo. Cuando ves sus rostros y oyes sus palabras, te das cuenta de la esencia de la esperanza, la importancia curativa del amor, y la fuerza arrolladora de la fe. Si algún papá de estos niños está leyendo estas líneas sabrá comprender perfectamente lo que acabo de decir. Hoy ellos, también son los santos inocentes de Cristo, sus profetas más elocuentes, los que pueden despertarnos de nuestro sueño de autosuficiencia, los que nos dicen una y otra vez: «¿qué estás haciendo con tu vida? ¿No te das cuenta del regalo precioso que se te ha dado? ¡Vive bien la vida que Dios te ha regalado!». Por eso, ellos son y serán siempre los niños de la Verdad.

(Hoy rezo a los santos inocentes especialmente por Marcos y por todos sus «hermanitos» de planta…)