Vicente trabaja en una empresa de construcción de materiales aeronáuticos y en su trabajo es muy valorado. Es un buen padre de familia y colabora con la parroquia del barrio siendo catequista de chavales de confirmación. Ser cristiano en medio del mundo, vivir sus mandamientos, es siempre ir contracorriente. Vicente lo sabe bien.

Simeón el sacerdote de Jerusalén que atendió a María y a José en la ofrenda del primogénito en el templo como estaba establecido en la ley de Moisés, así lo profetizó para todos nosotros: «Jesús será bandera discutida».  Y eso significa que quien desee vivir conforme al evangelio tendrá muchas veces que avanzar con el viento en contra.

Vicente, cuando mejor estaba posicionado en su trabajo, se enteró de que muchos de los elementos que diseñaban y producían en su empresa se utilizaban para construir misiles de larga distancia de última generación. Y Vicente, firme en sus convicciones cristianas, se negó a seguir trabajando para dichos proyectos y pidió el cambio de sector dentro de la empresa. El resultado fue la mofa pública entre sus compañeros  y finalmente el despido. Esto supuso un momento de oscuridad muy grande para él. Con familia y sin trabajo, en medio de una gran crisis laboral.

Acudió a un sacerdote amigo para pedirle consejo. Y éste le ratificó en la verdad de su elección y cómo al haber dado la cara por Cristo, Dios Padre sabría cuidar de él. Vicente, a pesar de la incertidumbre de su futuro, sabía que si no hubiera actuado así nunca hubiera tenido la conciencia tranquila al acercase a recibir la comunión.

Unos tres meses después recibió una llamada insospechada de una multinacional del sector aeronáutico que quería contar con su saber y experiencia. Al principio, las condiciones laborales eran peor que las que había dejado. Pero ahora, un año después, su honradez probada en el trabajo y sus convicciones, le han hecho obtener el reconocimiento de los nuevos jefes que le han ofertado un puesto de gran responsabilidad.

«En esto se sabe quien conoce a Jesús: el que guarda sus mandamientos. Ese vive en la Verdad, guarda su palabra y tiene el amor de Dios en su plenitud». No lleva una doble moral sirviendo a la vez a Dios y a los criterios del mundo. ¡No se puede servir a dos señores! Esta fue la convicción del famoso Santo Tomas Becket. El joven guapo, inteligente, elegante, lleno de astucia y habilidad que llegaría a ser archidiácono y canciller del rey Enrique II de Inglaterra, se convertiría en el gran arzobispo de Canterbury, promocionado por el mismísimo rey. Pero Enrique II lo había hecho con la oscura intención de tenerle como hasta ahora, súbdito fiel a sus intereses. De modo que pudiera así manejar a su antojo a toda la Iglesia de Inglaterra y deseando influir hasta en las decisiones del Papa. Pero, Tomas Becket, no lo hizo así, tomó su gran responsabilidad queriendo ser totalmente fiel a la Palabra de Dios, reconociendo al Papa como su padre y pastor, y trabajando con independencia por el bien de los cristianos de su pueblo. Y otra vez la profecía de Simeón vuelve a cumplirse: la espada que traspasó el corazón de María al ver a su hijo en la cruz, sería ahora espada de acero que atravesaría el cuerpo de Santo Tomás Becket en las mismas escaleras de su catedral, cuando la guardia real fue a castigarle por su pertinaz desobediencia al rey. Y el que fuera antaño su mayor amigo y mentor, se convertiría en el verdugo que le llevaría al martirio… Como recogen las últimas palabras de Tomas: «Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia».

Por Santo Tomás Becket ayer, como por Vicente hoy, como por tantos otros cristianos anónimos de todos los tiempos, fieles al amor de Cristo, hacen, que el Evangelio vuelva a brillar como luz para las naciones y gloria del pueblo de Dios. 

A todos vosotros va dedicado este comentario con inmenso cariño y reconocimiento.