La fiesta de este día, la Epifanía de Dios a todos los pueblos, es una fiesta muy entrañable de la que podemos extraer varios mensajes.

El primero es el deseo universal de salvación de Dios. Esta fiesta nos remite al deseo de nuestro Dios de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4). Para los primeros cristianos llegar a formular esta afirmación supuso un cambio total de sus expectativas, ya que el Mesías, el Salvador, lo sería tan solo del pueblo de Israel. Sin embargo, descubrieron que Cristo se entregó no solo por ellos, sino por todos, Pablo tuvo un papel decisivo para la comprensión de este mensaje universal de salvación, como vemos en la segunda lectura. Siendo él un judío de la fiel observancia de la ley, tras su conversión, se sintió llamado a llevar la buena noticia de Cristo a los gentiles. La apertura de la Iglesia primitiva, nos invita a nosotros hoy, a salir de nuestras fronteras, a generar esa cultura del encuentro de la que tanto nos habla nuestro papa Francisco. Si nuestro Dios desea llegar a todos, y Él llegó a nosotros los primeros, salgamos a las periferias a anunciarle. Preguntémonos hoy en nuestra oración: ¿En qué periferias quieres que anuncie tu salvación?

El segundo mensaje de este día podría ser la llamada a vivir nuestra fe en clave de adoración, como los magos de oriente. Enséñanos Señor a postrarnos frente a Ti, a saber adorarte en la vida, en el día a día, a colocarte en el centro de nuestras vidas. Podemos preguntarnos también hoy: ¿Qué sería vivir adorándote? ¿Qué nos deslumbra, que adoramos? La cultura del bienestar, del placer, del consumismo dirige nuestra mirada a tantos falsos dioses, sin embargo, los cristianos solo tenemos un rey a Quién adorar, ante Quién rendirnos.

Por último, el tercer mensaje de este día nos llega de mano de los niños. Si hay algún día del año en el que la inocencia de los niños resplandece con más fuerza, ese día es hoy. Dejémonos nosotros, los adultos, contagiar de esta inocencia para esperar y recibir el mayor regalo que nos ha sido dado: Jesús. Con Él lo tenemos todo, no necesitamos nada más. En esta Navidad he tenido la ocasión de visitar a una familia siria que acababa de reencontrarse después de llevar dos años separados. La madre y el hijo de 9 años tuvieron que salir los primeros de Siria, el padre llegó a España hace apenas unos días. Para este hijo el mayor regalo que podía recibir era tener a su padre con él, sus ojos radiaban alegría. En esos ojos vi los ojos de Dios, hecho niño, inocente, vi su deseo de unidad y paz. Ese niño me enseñó que teniendo a su padre consigo lo tenía todo. Nosotros tenemos al Enmanuel, al Dios con – nosotros ¿Qué nos puede faltar? Para acabar me gustaría pedir una oración por todos aquellos niños a los que la vida les robó la inocencia, recemos por todos los niños que sufren, por todos los niños que siguen en Siria o en países en guerra, en ellos Dios sufre y nos necesita. Señor que tu mensaje de salvación le llegue también a ellos.