Celebramos este domingo la fiesta del bautismo de Jesús, de esta forma cerramos el tiempo de Navidad y damos comienzo al tiempo ordinario. Durante todos estos días hemos profundizado el misterio de la Encarnación, el misterio que es que Dios quiso hacerse hombre. Ahora, pasamos a otra etapa del año litúrgico, nos vamos a centrar en el ministerio de Jesús, en su vida pública, que comienza con el bautismo.

Jesús, el Hijo amado, era verdadero Dios y verdadero hombre. Jesús, durante su vida, que vamos a ir recorriendo durante el tiempo ordinario, nos muestra lo que significa ser hijos, nos enseña en que cosiste la verdadera filiación. Para ello, necesita ser ungido por el Espíritu Santo en su humanidad, de esta forma, podrá llevar hasta el final la misión que el Padre le encomienda. Como vemos, esta fiesta es profundamente trinitaria. El Padre se deja oír desde el cielo diciendo: “este es mi Hijo amado, en quién me complazco”. El Hijo, para llevar a cabo su misión, se coloca en la fila para ser bautizado por Juan, reconoce que necesita de la acción del Espíritu en su humanidad. El Espíritu desciende sobre Jesús y se posa sobre Él. Padre, Hijo y Espíritu, cada uno realizando su misión en el plan de salvación.

Esta fiesta nos enseña la importancia de la comunión. Dios Amor, comunión de personas, actúa siempre en unidad. Nosotros estamos creados a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, nuestra esencia más profunda es la comunión. Pidamos hoy la comunión para nuestra Iglesia, desde los ámbitos más pequeños a los más grandes, pidamos la comunión para nuestros grupos de catequesis, para nuestras parroquias, para nuestras diócesis, comunión en la Iglesia local y universal. Comunión no significa uniformidad de pensamiento y de formas, sino opción por la unidad en la diferencia. Esta fiesta también nos enseña la necesidad que tenemos todos del Espíritu Santo, si el Hijo de Dios, segunda persona de la trinidad, fue ungido por el Espíritu en su humanidad, cuanto más nosotros, criaturas, necesitamos ser ungidos por el Espíritu. Sin la acción del Espíritu no podemos generar comunión, no podemos crear unidad, por eso pidamos la fuerza del Espíritu. Hoy somos nosotros los hijos amados en quién Dios se complace, hoy Dios nos confía también la misión de llevar el evangelio a nuestro mundo.

Comencemos el tiempo ordinario pidiendo al Espíritu Santo que nos ilumine, que nos guíe, que nos conduzca. Que nos ayude a vivirnos y sentirnos en todo momento como los hijos predilectos de Dios, en quienes Él confía. Pidamos por todos los catecúmenos que se preparan para recibir el bautismo. Por los padres de los niños que se acercan a la Iglesia para pedir este sacramento, ojalá pueda significar para ellos un acercamiento y un redescubrimiento de su fe. Pidamos hoy por todos los bautizamos, para que renovemos nuestro bautismo en este día, para que descubramos la grandeza de ser hijos amados de Dios.

Elevemos nuestra plegaria a la Trinidad, que el Padre, el Hijo y el Espíritu nos ayuden a comprender lo que significa nuestro bautismo. Que ellos nos acompañen durante todo el tiempo ordinario para que sepamos actuar como hijos en todas las circunstancias y situaciones que la vida nos presente.