“Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los abades consultar también a los jóvenes antes de cada decisión importante, porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla de San Benito III, 3)”. Estas son palabras de la carta que ayer escribió el Papa a los jóvenes. Para hacer un mundo mejor podríamos pensar que hay que buscar a los mejores. Muchas veces hemos visto reuniones que buscaban formación de líderes o formados en la excelencia. Parecía que teníamos que hacer una criba y quedarnos con los mejores que arrastrarán entonces a los otros detrás. Nos volvíamos incluso un poco clasistas, catalogando jóvenes por sus cualidades y destinando a cada uno a la posición en que nosotros los colocábamos en nuestro organigrama. Cierto es que unos tienen unos dones y otros, otros, pero eso no los hace mejores ni peores.

(Jesús) Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Los demás cuando lo ven califican a Leví y sus amigos de “publicanos y fariseos.” No parece que fuesen lo mejor del pueblo, ni el más querido. Sin embargo, el Señor le escoge. Y vaya si dio buen resultado.

Miremos un poco la historia de la Iglesia. ¡Cuántos santos humanamente no eran unos lumbreras ni los más listos de su época! El cura de Ars llegó al sacerdocio a trancas y barrancas y así, tantos santos, si no llega a ser por el Espíritu Santo, no se les habría conocido nunca fuera de su pueblo.

Dios es el que capacita. A pesar de nuestras flaquezas “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.” Nuestro juicio vale de poco si Dios decide elegir a esa persona y esta corresponde mínimamente. “La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.”

Podemos empeñarnos en hacer escuelas de formación y capacitación, seminarios y talleres para jóvenes, formación de líderes y clubs selectos, dar clases de retórica y de buenas costumbres…, pero si no acercamos a Cristo a los jóvenes ( y a los niños, y a los mayores y a los sacerdotes, incluso a las religiosas), no podrán hacer nada. Mucho ruido y pocas nueces, que parece que es el refrán de nuestro tiempo.

Lo primero la oración, saber escuchar ese Sígueme. Lo segundo la disponibilidad, no pedir a Dios lo que tenemos que hacer sino decirle que nos muestre qué quiere de nosotros. Lo tercero la confianza frente a cualquier desaliento. Y, por último, molestar lo menos posible el plan de Dios.

No estoy en contra de todos esos cursillos y talleres 8siempre me ha hecho gracia el nombre que se les da, como si fuésemos un auto viejo), pero si se da mucha teoría o mucha dinámica y no acercan a Cristo…, ¡menuda pérdida de tiempo!

María no hizo un curso de preparación a la maternidad, simplemente dejó que Dios hiciese según su Palabra. Que ella nos guarde a todos, en especial a los jóvenes.