Estos días pasados, viendo los campeonatos de atletismo, pensaba en todos esos deportistas que quieren ir más rápido, saltar más alto o más lejos, … Entrenan, se sacrifican, luchan a diario por batir su propia marca o ser campeones. Pero siempre tienen en la mente ese segundo que recortar o ese centímetro de más que quieren superar. Hoy Jesús, en el evangelio, nos dice: “si no sois mejores,…”Y se refiere a los fariseos y a los letrados. Pienso en que quizás muchos de los que le escucharon quedaron sorprendidos. ¿Acaso muchos fariseos no eran auténticos atletas del cumplimiento legal? ¡Alguien podía dudar de su empeño diario por guardar hasta los menores preceptos? ¿Me está pidiendo Cristo algo semejante a que supere a los corredores o saltadores profesionales?

Seguimos leyendo el evangelio y vemos que se trata de otra cosa. Jesús no nos carga de mandatos difíciles de cumplir, sino que nos explica las exigencias del verdadero amor, que ya se contenían en los preceptos del decálogo. Sin embargo, en los tortuosos caminos de la historia, aquellos mandamientos se habían ido deformando.

Jesús nos explica que significa “no matarás”. Muchas veces, en la catequesis a los niños pequeños, hay que explicarles este mandamiento. En seguida entienden que pegarse, insultar, hacer daño,… se contienen de alguna manera en el mandamiento “no matarás”. Quizás nos cuesta más a los mayores entenderlo. De ahí que Jesús explique después la importancia de lo que acaba de decir.

Cumplir los mandamientos era una exigencia para participar en el culto. Así, si guardamos rencor a nuestro hermanos no podemos acercarnos a depositar nuestra ofrenda. En el culto buscamos la relación con Dios. Reconocemos sus beneficios e imploramos su ayuda. De ahí que Jesús nos enseñe la relación que se da entre la vida moral y la vida religiosa. No se pueden separa. Celebramos el amor de Dios y que el es nuestro Salvador. De ahí que debamos procurar que esa salvación se manifieste en todos los aspectos de nuestra vida y, especialmente, en nuestra relación con el prójimo. No siempre damos importancia a esos enfados con nuestro prójimo o, incluso, a guardar resentimiento o rencor. Nos parece totalmente compatible con seguir practicando la vida cristiana y no nos problematiza. El Señor nos pide ir al fondo. No podemos quedarnos en lo exterior como los fariseos.

A veces nos preguntamos qué podemos hacer durante la Cuaresma para mejorar. El mensaje de hoy es muy claro. Jesús nos llama a que veamos si nuestra manera de tratar al prójimo es como el nos enseña. Puede costarnos amar, pero no podemos dejar de intentarlo. Tenemos a Jesús, que nos ofrece su corazón para aprender de su amor, para cambiar nuestra vida y para darnos las fuerzas que necesitamos para amar a los demás como Dios los ama.