En el Evangelio de hoy Jesús viene a mostrarnos a través de la curación de n ciego de nacimiento, que El es la luz del mundo que todo hombre necesita para vivir. Quizás alguno se pregunte, pero ¿yo estoy ciego?
 Muchas veces somos incapaces de vernos con la mirada de Dios a nosotros mismos, a los demás y a la realidad que nos rodea. Hay más zonas oscuras dentro de nosotros de lo que a veces pensamos y éstas son las que nos hacen ver con desesperanza la vida de mis hijos, lo que pasa en el mundo, etc. El apóstol Juan llega a decir que el que no ama, el que no vive para los demás camina en tinieblas (1 Juan 2, 9-11).
En mi trabajo con los jóvenes veo que tántos jóvenes se levantan cada día sin ganas, sin un sentido fuerte para vivir, pensando que son un número más, que nadie les necesita verdaderamente. Jesús hoy viene a decirnos : «¡Despierta, tú, que estás dormido, levántate de la muerte que yo vengo a iluminarte!» Muchas veces estamos dormidos ante el valor de nuestras propias vidas, dormidos a la trascendencia de la huella que podemos dejar en esta tierra empezando por las personas que tenemos más cerca. Jesús viene como ese Buen Pastor a sacarnos de esos valles sombríos, en los que a veces nos metemos sin darnos cuenta, y a llevarnos a verdes praderas, a una vida bien alimentada porque es muy querida, a vivir con y por los demás, a levantarnos la mirada y mostrarnos que nuestras vidas también pueden ser luz. La persona rescatada por el Buen Pastor se convierte en alguien que irradia calor y amor por donde va e ilumina a otras personas que viven en un relativismo tal, que dejaron de escuchar a sus conciencias hace mucho tiempo.
Que en éste día nos podamos dejar encontrar por el Buen Pastor allí donde cada uno de nosotros nos encontremos interiormente y podamos ser luz en medio de nuestros ambientes.