Uno de los sacerdotes que había antes en la parroquia (y al que han cambiado al hacerle párroco de otro lugar), solía decir a los penitentes que se acercaban al confesionario: “¿Tú quieres ser santo? ¿Quieres ir al cielo?”. A bastantes les impresionaba una pregunta tan directa y, como eran personas con buenas intenciones que se acercaban al confesionario, respondían positivamente y procuraban dar un nuevo impulso a su vida de fe.

«¿Quieres quedar sano?».

Siempre me ha parecido que esa pregunta de Jesús parecía sobrar en el relato de este milagro. Treinta y ocho años al borde de la piscina, sin moverse de lugar, esperando a ser el primero en lanzarse a las aguas, Jesús lo sabía y aun así le pregunta: «¿Quieres quedar sano?». Es como preguntar al colmenero si quiere vender miel. Sin embargo, Jesús se lo pregunta. Hace poco hemos cambiado la edición del Misal en España y en la consagración del cáliz ya no se dice “por todos” sino “por muchos.” Jesús viene a traer la salvación para todos, a todos la ofrece, pero tenemos que aceptarla, que acogerla en nuestra vida, que decir, como María, que sí.

Ayer seguíamos en Cuaresma, hoy también. ¡Cuántas cuaresmas vividas! Y, al menos yo, espero que vosotros no, sigo sin querer levantarme del borde de la piscina de Betesda. Sigo sin aceptar plenamente lo que Dios me da, sigo retrasando mi conversión, el levantarme de una vez, aunque tenga que ir cargando con mi camilla. Y ya no puedo decir como aquel enfermo: “No tengo a nadie…”. Cada día, cada vez que celebro la Eucaristía, cuando me confieso, cuando paso un rato frente al Sagrario, el Señor Jesús, el Buen Dios del Santo Cura de Ars, vuelve a decirme: «¿Quieres quedar sano?»…, y sigo sin contestar.

Seguro que muchos de vosotros, espero que todos, ya habéis tomado vuestra camilla y echado a andar. Este ratito de oración que estáis haciendo lo demuestra. Continuad así, pero acordaos: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Pídele hoy a la Virgen, en su advocación de Fátima, el rechazo pleno y completo al pecado y escuchar sólo la única palabra que salva, la de Jesucristo. Hoy volveré a escuchar la pregunta: «¿Quieres quedar sano?». Espero hoy responder que sí.