Ya casi he terminado. Durante estas últimas semanas cada hueco que tenía al día me dedicaba a hablar con los que van a recibir el sacramento de la Confirmación el sábado en la parroquia. Para los que ya están trabajando tenemos un sistema especial de catequesis. Su catequista les va mandando textos para leer, yo algunos textos para rezar, y ellos pueden comentarlos en el grupo por Internet. Las reuniones presenciales son muy pocas, y por eso me encuentro con ellos uno a uno. Personas que han llegado a este grupo tal vez con la urgencia de recibir el Sacramento para casarse, influenciados por una hermana o por pura curiosidad. Pero dedicar unos meses a leer, rezar y pensar en la fe hace que todos quieran ahora confirmarse para recibir al Espíritu Santo. Han recordado su fe de la infancia, esa práctica religiosa que abandonaron en el Instituto y que ahora quieren retomar. Rezad por ellos. Es bonito ver cómo el Espíritu Santo nos sigue llevando por caminos que no pensamos a aquellos que le buscan.

“El Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.” Hay quien se empeña en no dar crédito al rostro de Dios. El Señor llama una y otra vez a su corazón en su vida, en los acontecimientos, en su historia y siguen ignorándole. Lo llamarán suerte, azar o casualidad, infortunio o desgracia, pero parece que les da alergia la palabra Providencia. Me pone un poco nervioso cuando algunas personas, también algunos eclesiásticos, dicen: “Si Jesús viviera hoy… “ y añaden las situaciones más curiosas y, en ocasiones, peregrinas que se les ocurren. Me pone un poco nervioso en primer lugar porque Jesús vive hoy. También porque está, de una manera sacramental, con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad en cada Sagrario del mundo, cada vez que se celebra la Misa sea en una Catedral o en unas catacumbas. También está en el alma en gracia del enfermo, del perseguido, del incomprendido, del marginado y del triunfador, del sano, del orondo y del niño. Y me pone nervioso porque muchos en tiempos de Jesús ni le creyeron, ni le reconocieron ni le escucharon… y estaba con ellos. ¿Por qué dicen que van a reconocer a Jesús en una situación concreta si no le reconocen en el Sagrario, donde está realmente presente? En fin, somos así.

Viendo la vida de los que se van a confirmar me doy cuenta de la acción de Dios, de su presencia en las vidas hasta de aquellos que le habían abandonado un poco. Por eso miremos nuestra vida y la vida de los otros desde la luz de la providencia amorosa de Dios, desde su Palabra, las Escrituras. Ver la vida desde la providencia divina da mucha paz, estamos en las mejores manos, confiamos en Aquel que nos quiere más que lo que nos queremos nosotros mismos, y no tenemos nada que temer. De esa situación que estás viviendo ahora, que parece que no tiene nada bueno, vista desde la providencia de Dios sabes que hasta de lo peor Dios es capaz de sacar joyas para nuestra vida, aunque lo descubramos dentro de unos cuantos años. Ten paz, no creemos en un becerro de oro sin en un Dios que te acompaña, sufre, ríe, llora y goza contigo. En un Dios que hasta de la cruz nos da la vida y el consuelo.

Santa María de la Paz. Concede la paz de corazón a cuantos confiamos en ti y en tu Hijo. Al final Dios triunfa, también en tu vida. Tu vida será testimonio de Cristo resucitado.