Ha comenzado la Semana Santa  y estamos en la recta final de la Cuaresma. Celebramos los misterios centrales y fundamentales de nuestra fe. La pasión, muerte y resurrección de Jesús nos ha cambiado la vida y es el desenlace que nos salva. La liturgia en estos días nos presenta los últimos días de la vida de Cristo, su última semana, para que nos preparemos para el Triduo Pascual. Son muy importantes  los pasajes que vamos a escuchar o leer durante estos días porque van a ir desvelando la figura y profundidad de la misión del Salvador.

Hoy, Jesús está en casa de sus amigos donde siempre ha acudido para descansar, reponer fuerzas y disfrutar de su compañía; un paréntesis para seguir adelante el camino de su misión. María, como una premonición, sin saberlo,  prepara el cuerpo de Jesús para ser entregado y sacrificado; lo unge con perfume carísimo que el Señor lo  justifica porque algo así sólo podía guardarse para su sepultura. María, la hermana de Marta y Lázaro, no deja de admirar, de contemplar y escuchar a Jesús, a la Palabra hecha carne, y es para ella el más importante, mostrándolo con el gesto de hoy. Para nosotros, es la invitación a que sea el más importante de nuestra vida, a adorar al que es nuestro único Señor, el que libera de sufrimientos, pesos, culpas y complicaciones nuestra vida pecadora con su oferta salvadora de conversión: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco.

Cristo es el Siervo de Yahvé que describe proféticamente Isaias en la primera lectura. El nos trae la justicia, la verdad. Es la respuesta a nuestras plegarias y el cumplimiento de la promesa de Dios a su pueblo. El Señor nos cuida y conoce nuestra fragilidad. Por ello, la caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Por muy perdidos o apartados que nos sintamos, o si lo estamos pasando mal, el Señor está con nosotros y sabe como ayudarnos. No tenemos que resistirnos, ni tener miedo, no nos quebrantará, ni hará nada que nos perjudique. Así lo creían y sentían los hermanos de Betania. Estar con Jesús, y en estos días que vivimos los cristianos, es llenarse de perfume tan agradable y de tan buen olor en nuestra vida como se lleno la casa de Betania. Este perfume son nuestra fe, nuestra confianza, traducida en buenos pensamientos, palabras y, sobre todo, obras, buenas obras que transforman todo a mejor.

No se si esta cuaresma te ha servido de algo, pero tus sacrificios, decisiones correctas y tu trabajo en buenas acciones por ser cada día más la persona que Dios ama, eso es lo que vale. Vociferar, destacar, o llamar la atención con locuras y utilizando lo que sea, no te va ayudar en tu vida, ni va a salvarte de nada. Mira al que sabe lo que es la vida de verdad, al que nunca te va a engañar, al que te quiere bien de verdad, al que no te abandona, al que ha dado la vida por ti. Mirad, el Señor es mi luz y mi salvación.