Quizá no nos hayamos dado cuenta pero en los Domingos anteriores también aparece la imagen del “camino”. En el Domingo III de Pascua Jesús se encuentra, en el camino, con los dos discípulos que van a Emaús, y el Domingo pasado, el IV de Pascua, el que conocemos como el de “El Buen Pastor”, se dice que el pastor camina delante de las ovejas y que éstas lo siguen porque conocen su voz… ¿Por qué esta insistencia evangélica en el camino? En otros muchos lugares Jesús invita al seguimiento, incluso cargando con la propia cruz…

Si tuviésemos que resumir el ministerio de Jesús podríamos decir que el Señor nos propone un camino; pero si es así ¿por qué los apóstoles parecen no entender? Si no, ¿a qué viene la pregunta de Felipe: “Señor, no sabemos adónde vas, cómo podemos saber el camino”? A nosotros, como a los discípulos de entonces, nos gustaría que la vida cristiana se redujese a una serie de mandamientos que cumplir: “-Señor, que tengo ¿qué hacer para heredar la vida eterna?” –“Cumple los mandamientos” -Ya, pero “eso ya lo hago”. “Vende todo, dáselo a los pobres y sígueme”… La vida cristiana es un camino, así lo propuso Jesús a sus discípulos, así se conocía a la primera Iglesia, el “camino nuevo” y así se ha propuesto desde entonces. La misma vida de Jesús fue un camino hacia el Padre y este camino se ha convertido para nosotros en el itinerario a seguir: Jesús es el Camino y es además el Caminante que sale a nuestro encuentro y va delante de nosotros para que no nos perdamos. No podemos reducir el seguimiento al simple cumplimiento de unos mandamientos, de unas indicaciones; es necesario un movimiento por nuestra parte, exterior y sobre todo interior. Debemos ponernos en juego en cada instante de la vida, tropezar, levantarnos, equivocarnos, pero estar en marcha, sin temor porque el Señor va con nosotros, sabiendo que si nos perdemos, el Buen Pastor regresa para buscarnos y cargarnos sobre sus hombros.

Sólo caminando el Señor sale a nuestro encuentro, como hizo con el Pueblo de Israel, para allanar las colinas y levantar los valles; sólo en el camino tenemos la experiencia de la fraternidad, del encuentro los unos con los otros, de la ayuda y la caridad mutua. Esta es la propuesta que el Señor hizo a sus discípulos y que la Iglesia nos hace a nosotros. ¡Sabemos adónde vamos y conocemos el Camino! ¡Marchemos alegres a la Casa del Señor!