La primera lectura de hoy nos recuerda la necesidad de ser cristianos evangelizadores: “Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los beneficios que os ha hecho, para que todos canten himnos en su honor. Manifestad a todos las obras del Señor como él se merece, y no seáis negligentes en darle gracias. Si el secreto del rey hay que guardarlo, las obras de Dios hay que publicarlas y proclamarlas como se merecen.” Un enviado le recuerda a Tobit cómo Dios ha ido obrando cosas maravillosas a lo largo de toda su vida y como eso no se lo puede guardar para él. Es Dios quien nos regala el hacer una lectura profunda de nuestra vida. El enviado le dice a Tobit que le ha presentado el memorial A Dios cuando Sara y él estaban rezando, y también cuando enterraba a los muertos. Y le recuerda un momento concreto cuando se levantó de la mesa sin dudar y dejó la comida por ir a enterrar a aquel muerto. Que el ángel presentara ese memorial nos quiere decir que Dios tiene memoria y sobre todo para las cosas buenas que hacemos en la vida, para cada gesto de amor, de entrega, de sacrificio, etc.

¿Por qué ser evangelizadores? ¿Es una cuestión de carácter más extrovertido? La primera lectura nos da la respuesta: “Manifestad a todos las obras del Señor como él se merece”. La respuesta es porque El se lo merece, porque El es el Dios que en Jesús es capaz de mirar a las personas a tal profundidad que se fija en una viuda pobre que echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.» Un Dios así es digno de ser proclamado desde los terrados a todos los hombres.

Pero, ¿cómo puede ser que un Dios tan bueno pueda azotar y compadecerse, hundir hasta el abismo y sacar de él como dice el salmo? Para el pueblo de Israel no era nada fácil aunar la existencia del mal y de las desgracias, con la creencia en un Dios omnipotente, por ello explicaban esos males y dificultades como “enviadas por Dios para probar a las personas”. Jesús vino a mostrarnos que eso no es así, que Dios es omnipotente en el amor, que el mal existe y que Dios también lo sufre hasta sus últimas consecuencias en la cruz. Con la Resurrección de Jesús el Padre nos muestra que su amor es más fuerte que el mal y que éste no viene de El.