A lo largo de nuestra vida nos hacen muchas preguntas. Muchas de ellas quizás son sólo operativas de la vida cotidiana y nos afectan poco, las respondemos lo mejor que podemos y algunas con la naturalidad casi automática. Pero hay algunas preguntas que nos afectan de una manera muy importante. Incluso, nos sorprenden radicalmente o pueden producir una revolución o hasta la parálisis de nuestra vida por su oportunidad, profundidad o importancia.

Hoy Jesús hace una pregunta a los apóstoles nada fácil y que no les deja indiferentes. Es una pregunta que ellos deben responder en su vida como también lo debemos hacer todos nosotros: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

«Decir de alguién» es conocer quien es, y en la situación de los apóstoles con Jesús, es responder ante Él y los demás si saben lo que están haciendo en su vida, si son conscientes y han interiorizado lo que implica la respuesta que dieron al Señor cuando les llamó, si conocen al que siguen. Hay momentos en nuestra vida y hay cristianos que no son conscientes que nuestra fe es personal y seguimos a Alguien, a una Persona. Para seguir a Cristo, para vivir cristianamente, para ser sus discípulos,  hay que responder a su llamada y sólo es posible si le conoces. Y para conocerle hay que buscarle, tratar con Él, aprender de sus testigos, vivir su Iglesia y no dejar de pedir que aumente nuestra fe.

Claramente vemos en las lecturas de hoy quienes responden a esta pregunta de Jesucristo: Pedro y Pablo. El primero en el evangelio. El segundo en la segunda carta a Timoteo cuando hace balance de su vida y ministerio desde su conversión y como la ha entregado a la misión que Jesús le ha encomendado.

«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Sólo con la ayuda de Dios en el Espíritu Santo podemos llegar a profesar semejante fe, hacer esta afirmación, porque solo Él hace posible que conozcamos al Señor y nos acerquemos al misterio que es. Es el Señor quien además de hacernos esta pregunta nos ayuda a a dar la respuesta. Y esta solo puede ser con nuestra vida, porque al conocerle descubrimos que es el Señor de nuestras vidas y debemos convertirnos, crecer y madurar para que se haga realidad día a día, elección tras elección, experiencia tras experiencia.

A través de San Pedro y San Pablo hemos recibido los medios que nos ayudan a conocer a Jesucristo y poder seguirlo. Ellos sirvieron a la Iglesia naciente y fueron instrumentos eficaces del Espíritu. Hoy nos acordamos especialmente de su sucesor como cabeza de la Iglesia y piedra sobre la que Dios la construye a través de los siglos: el Papa. Unidos en comunión y en la caridad damos gracias a Dios y pedimos por el Papa Francisco para que siga guiando a la Iglesia en esta gran solemnidad de los dos principales apóstoles.