Hoy celebramos la memoria de santa Marta, hermana de Lázaro y de María (identificada erróneamente con María Magdalena, considerada siempre más importante y por eso se celebra a su hermana en el último día de su octava), y aunque podríamos escuchar en el Evangelio de la Misa alguno de los episodios en los que ella aparece, continuamos con la lectura del Evangelio de Mateo en el que se nos presenta un capítulo dedicado a las parábolas de Jesús. Estamos con las “parábolas agrarias” las que hablan del sembrador y de la semilla. No son unas parábolas difíciles porque tenemos la explicación de Jesús. Pero podemos profundizar en ellas: Jesús es el Sembrador que esparce la semilla de su Palabra en nuestro corazón, pero, y nosotros lo sabemos bien, hay otros sembradores que también esparcen su semilla; son el enemigo al que hoy podríamos poner muchos nombres: la televisión y otros medios de comunicación, el consumismo, el modelo social, las leyes injustas aprobadas por todos, pero que no por eso dejan de ser injustas… Por nuestros ojos, por nuestros oíos entra mucha semilla junto con la Palabra de Dios, y sin darnos cuenta crece y aparece junto al buen fruto. Sea como sea, llega un momento, en la siega, en el que tenemos que decidir con qué fruto queremos quedarnos, si el trigo o la cizaña; ambas no pueden darse juntas hasta el final porque una sirve para convertirse en harina y pan que alimenta y la otra está destinada a quemarse en el fuego y que se convierta en ceniza.

No significa esto que no debamos escuchar otras palabras que la Palabra de Dios, vivimos en el mundo donde conviven muchas doctrinas, pero sí es necesario que seamos críticos y aprendamos a discernir… hay palabras que dan vida y otras no. No se trata de rechazar por rechazar si no de elegir lo bueno, lo mejor, aquello que nos hace más libres, más felices y esto es siempre la Palabra de Dios.