Levitico 25, 1. 8-17

Sal 66, 2-3. 5. 7-8 

san Mateo 14, 1-12

Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista.» Mira que ya podía ser aficionada a las gambas la hija de Herodías, pero se ve que le gustaban más las cabezas de bautistas. Herodes, ni Herodías, ni el cornudo de Filipo se daban cuenta de lo que estaban haciendo, pero estaban inaugurando un año jubilar. Al cortar la cabeza a Juan el Bautista se da por terminado el Antiguo Testamento y comienza el nuevo. Se devuelve a cada uno lo que es, el hombre hijo de Dios y Dios recrea a la humanidad. Tal vez no era comprensible para los discípulos de Juan, Herodes no se enteraba de nada, pero todo se estaba haciendo nuevo. Pronto, quienes lo fueran descubriendo por la revelación de Cristo y el don del Espíritu Santo, recuperarían la alegría, la esperanza, la ilusión. En ocasiones Dios se sirve de elementos ineptos, que incluso objetivamente son malos, para hacer nuevas todas las cosas.

Todo esto nos tiene que ayudar a aprender a leer nuestra historia y la de la sociedad en que vivimos. En ocasiones hay personas que dicen. “¡Ah!, ¡la juventud está fatal!”. Y se quedan en la queja o en mirar hacia atrás, como si sus tiempos hubieran sido mucho mejores. Sin embargo sabiendo leer la historia y el momento presente ni la juventud está tan mal (hay grupos estupendos y chicos y chicas de quitarse el sombrero), y con los que peor están habrá que preparase para decir una palabra de aliento al abatido, enseñar el camino al perdido, dar sentido al que está de vuelta de todo, curar a los heridos, … Es decir, van a ser épocas de muchísimo trabajo, de mucha más oración y de estar muy atentos. El que se desencante con la generación que le ha tocado vivir no será capaz de sacar bienes de los males. A los años de sequía les siguen años de gracia, y hay que estar alerta para recibirlos.

Pidámosle a la Virgen que nos de ese olfato católico para descubrir la alegría en medio de las situaciones complicadas y el don de la esperanza que nunca se acaba.