Se termina el mes de agosto, el mes de vacaciones por excelencia en España. Aunque no he tenido vacaciones (ya me desquitaré), también se me acaba el chollo de decirle a alguien cuando venía a plantear algo de la catequesis o de actividades de la parroquia: “¡Estamos en agosto, esas cosas las hablamos en septiembre!” y poder seguir leyendo o rezando tranquilamente (o preparando el curso, pero sin muchas interrupciones). A partir de mañana se me acabó el chollo. Mañana empieza un nuevo curso, con tanta gente, tantas actividades, tantos compromisos. No sabemos qué niños nacerán (bueno, algunos sí, en esta parroquia el número de las embarazadas es infinito), quienes enfermarán, fallezcan o les toque la lotería. No sé cuántos pecados perdonaré y, dada mi debilidad, cuántos cometeré. Siempre da un poco de vértigo comenzar el curso y pensar: “A cada uno que se acerque a la parroquia tengo que llevarlo al cielo.” Que cada persona se presente “ante Dios, nuestro Señor, santos e irreprensibles en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos”.

Ese es mi objetivo pastoral particular. Tal vez debería poner en primer lugar afianzar el grupo de jóvenes, poner en marcha más grupos de matrimonios, mejorar la formación de las catequistas, mejorar la celebración litúrgica y vivir mejor la Santa Misa, hacer que más personas vengan a la Adoración del Santísimo…, no sé, hay cientos de actividades, pero todo eso son sólo medios para mi objetivo pastoral personal. Y eso me hace vivir en cierta manera con temor y temblor.

“Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.” Si supiéramos el día y la hora de nuestra muerte o del día del fin del mundo casi seguro que esperábamos a convertirnos un mes antes, somos así de caraduras a veces. Pero no lo sabemos. Yo no sé si podré escribir el comentario del viernes o estaré en una caja de pino después de una parada cardiaca o un mal estornudo. Ninguno hemos firmado la permanencia. Pero eso no nos tiene que llevar al miedo sino a la responsabilidad.

¿Te has enfadado con tu marido o tu esposa hace un rato? A qué esperas para llamarla y decirla que la quieres y es toda tu vida. ¿El adolescente ese que anda por casa te ha roto los nervios? Hazle saber que le quieres, aunque no te crea del todo. ¿Has faltado a la caridad? Corre a pedir perdón. ¿Tienes algún pecado en tu conciencia? Aunque tengas que despertar al cura ves a buscarle (No le digas que lo has leído aquí, no quiero que me odien todos mis hermanos sacerdotes).

“Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.” Y si esto nos pasa a nosotros, hombres, mujeres, jóvenes y niños, sacerdotes y religiosos y religiosas de “andar por casa” … ¡Cuánto más deberían temblar los que tienen responsabilidades sobre los demás! El gran enemigo de la salvación es el “mañana, mañana, para lo mismo responder mañana.” Si yo fuese Obispo me moriría de miedo, no sé cómo hay personas que quieren “hacer carrera”. Y los políticos, y los empresarios y los famosos…, todos tendrán que comparecer ante el tribunal de Dios y no valdrá decir: “Mañana mismo iba a empezar a cambiar.”

Lo repito, no es miedo, es responsabilidad con nuestra vida, don precioso de Dios. Dios nos quiere y no quiere que ninguno de los suyos se pierda, dejémonos encontrar. Tenemos que rezar mucho los unos por los otros, especialmente por los que más responsabilidades sobre los demás tienen. Que nadie se despiste, sino que todos seamos fieles y prudentes.

Virgen María, madre buena, recuérdame en cada momento lo que debo hacer, con quién estoy y cómo llevarle al cielo. Que no me deje nadie indiferente y que huya del mañana cuando tiene que ser hoy.