Cuando se vuelve de vacaciones se suele comentar lo que se ha hecho. Los días de descanso, la playa o la montaña, y esos días reservados para estar con la familia de sangre y la política. Curiosamente en esos días muchas veces se generan conflictos. A pocos he oído decir: “He descubierto que mi consuegra es encantadora”. Más bien te cuentan cómo han mantenido los nervios para no explotar en los días de relación familiar. (Estoy exagerando, muchísima gente se lo pasa estupendamente con su familia de sangre y con la familia política, casi nadie con los políticos a secas). Pero es verdad que tendemos en la convivencia a buscar lo que nos molesta, lo que nos incomoda, lo que el otro no hace como nosotros lo haríamos y nos molesta. Y entonces nace la crítica y la murmuración.

“Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó”.

Uno de ellos “fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor”. Y seguramente se pasó todo el tiempo que su Señor estaba fuera renegando pues no le había dejado nada, los otros tenían más, qué falta de confianza en él…, sin poner en juego su talento.

Podemos pasarnos la vida pensando lo que no somos, lo que Dios no nos ha dado o cómo nos gustaría ser. Sin pararnos a pensar en lo que somos, en lo que Dios nos ha dado y al “cargo importante” al que estamos llamados.

Lo primero para poner en juego tus talentos es saber qué talentos te ha dado el Señor. Tal vez no sean los que esperabas, ni tan siquiera los que te parecería mejor y más justos tener, pero si son los que Dios te ha dado ponlos en juego y harás cosas grandes. Habrá quien se le dé bien escuchar y al que se le dé bien hablar. Si el que sabe escuchar quisiera predicar como los ángeles seguramente lo haría como los demonios, y si el que sabe hablar intenta escuchar y se pone nervioso interrumpiendo continuamente al otro, pues hará mal. Y si Dios te da los talentos de escuchar y hablar…, al seminario mañana.

Dedica algunos ratos de tu oración a mirar bien a Dios. A mirar tu vida y descubrir los talentos con los que te ha enriquecido, y entonces a negociar con ellos.

Nuestra Madre la Virgen es enriquecida con los talentos más excelsos, y todos los puso en juego. Mirándola a ella tendremos muy buena maestra.