Ayer no estaba muy católico. Tengo que tomar unas pastillitas cada día y lo que viene bien para una cosa suele fastidiar otra, especialmente el estómago. Cuando te duele algo no suele ser uno muy paciente, quiere que se le quite el dolor cuanto antes, y le pide al médico que le quite el dolor ya, mientras tanto uno está inquieto, pensando que estando nervioso se le pasa antes. No hay nada que un día de dieta no pueda arreglar, y parece que ya está todo arreglado.

“Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis.

Entonces se os dirá: “Está aquí “o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.” Sería de ciegos el decir que en el mundo no hay problemas, que en tu vida y en la mía hay dificultades y dolores. No podemos vivir de espaldas a la realidad y el pecado campa por sus respetos y parece que va ganando la batalla. Entonces uno quiere que le quiten el dolor ya, aunque tengan que sedarlo. Y lo sencillo es decir: ¡Ven ya, Señor, termina con todo esto! Incluso algunos lanzan mensajes apocalípticos y consiguen seguidores. Todavía me acuerdo de cuántos vendieron todo cuando se acercaba el cambio de milenio. ¿Qué será de ellos?

Vamos a ponernos apocalípticos. Antes de que termines de leer estas líneas, con un fulgor de un relámpago, llega el Hijo del Hombre. ¿Estaremos preparados para recibirle? Es muy bonito decir que somos los buenos frente a tantos malos, pero ¿podemos presentar toda nuestra vida al Señor, sin avergonzarnos de nada? ¿Vivo, cada instante de mi vida, conviviendo con la sabiduría? Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe en esta tierra?

Me da igual si el día del Señor es dentro de cinco minutos o de cinco mil años, lo que sí sé es que mi vida tiene que estar vivida en Dios, en cada momento. Lo que sí espero es que cada minuto que la misericordia de Dios conceda a este mundo vaya creciendo el Reino de Dios y menguando el pecado. Para eso el Señor cuenta contigo y conmigo, hoy, ahora.  Muchas personas están buscando a Dios y tienen que encontrarle en la vida de los cristianos, en la vida de la Iglesia. Nuestro grito no puede ser “¡Ven, Señor Jesús!, pero todavía no.” Nuestra plegaria es “¡Ven, Señor Jesús! Cuando tú quieras que toda mi vida es tuya”

Por ello no sigamos a los mensajes apocalípticos, sino a la Sabiduría de Dos, a la acción del Espíritu Santo en tu alma que te lleva a convertirte de verdad ahora.

La Virgen María confía plenamente en la sabiduría de los tiempos de Dios, tengamos su misma confianza.