Estamos viviendo situaciones novedosas para la mayoría y conocidas para algunos. Estamos en unos tiempos convulsos que están provocando una situación de inseguridad en el ámbito de “confort” de las personas. Es verdad que no esta mal un estado de “bienestar”, supuestamente para todos, donde todo este controlado y siga su curso previsto, según el sistema actual de convivencia. Pero este “estado” basado sólo en comodidades materiales y dentro de un consumismo hedonista disparado, donde cada vez tiene menos importancia la persona y el centro es el dinero y los “derechos”, no es lo mejor y no tiene ningún futuro. ¿Por qué? Porque le falta una aspiración a la plenitud. Porque es sesgado y parcial, y no responde a nuestros deseos más profundos. Falta la ayuda para salir de nosotros mismos y encontrarnos con el otro.

 

¿Cómo? Llevamos en la liturgia de esta semana escuchando la Palabra que nos profetiza la plenitud del Reino y nos describe de muchas maneras la realidad del final de estos tiempos. Como la historia de la salvación lleva a la humanidad y a cada uno de nosotros al encuentro definitivo con el Rey del Universo, Jesucristo, el único que nos pude llenar plenamente. Nos preocupan las guerras, los desastres, los refugiados, las hambrunas, etc. Pero la batalla crucial y las bestias que nos acechan vienen de la raíz que provoca todo esto: el mal, el pecado que no evitamos y que nos tienta de mil maneras todos los días para que lo materialicemos.

 

Nuestro “confort” verdadero es vivir como cristianos auténticos que disfrutan de la presencia del Señor y reina en nuestro corazón y nuestra voluntad. Es mantener constantemente una sincronía con Él, como se sincronizan los móviles con la “nube”, que nos transforme en imagen suya para los demás.

 

No es cuestión de vivir atormentados en clave “apocalíptica” mundana, con miedo a que todo sea aniquilado como en las películas. Sino, de vivir en clave de “salvados”, hijos e hijas de Dios que han recibido como don ser ciudadanos de un reino que no tiene fin, que se va a imponer a todos los de la tierra y que se someterán todos los soberanos. Lo único que va a ser aniquilado es el mal, el pecado, el dolor, el sufrimiento para siempre.

 

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre. Buen consejo que nos da Jesús hoy en el evangelio. No dejemos de bendecir al Señor con nuestras vidas, vivir acorde con nuestro ser bendecidos por Él.