En seguida Jesús, de nuevo con sus discípulos, se fue a la casa de Simón y Andrés. Marcos especifica que fue con Santiago y Juan. Se representa ahí cómo se va formando una comunidad que tiene por centro a Jesús. La amistad con Cristo no es exclusivista sino integradora. Aquel día pusieron Simón y Andrés la casa; en otra ocasión serían otros. Parece que ya se conocían entre ellos, pero la presencia de Jesús suscita lazos más profundos, que con el tiempo se revelarán nuevos en la existencia de la Iglesia.

¿De qué le hablan en primer lugar a Jesús? De aquello que, en aquel momento más les preocupaba y era que la suegra de Simon tenía fiebre. Como quien dice hace dos días que conocen al Maestro y ya le tienen confianza. Volvemos a encontrarnos con el “inmediatamente”. ¿Cuándo es el momento oportuno de hablar con Jesús de nuestros problemas? Cuando se presentan. A veces vamos a rezar y por querer ser elevados no ponemos la vida, la nuestra, delante del Señor. Por otra parte ese hablar de lo que nos preocupa al Señor también es una manera de indicarnos que hay que sosegar el alma, porque sino lo que nos inquieta vuelve una y otra vez y así no hay quien haga oración.

Se pone también de manifiesto la auténtica humanidad de Jesús. Ha ido a la sinagoga y ahora a compartir, comer, descansar con sus amigos. Vive una vida verdaderamente humana y se deja afectar por todo lo humano. Hermoso el detalle delicado de Jesús que “se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Qué ha eso ha venido al mundo, a levantarnos. Y tiene verdadero cuerpo y toca. La humanidad santa de Jesús se encuentra con nuestra humanidad herida y la sana.

Curada la suegra se puso a servir, imagen en la que tantos comentaristas han visto que necesitamos de la salvación del Señor para ser verdaderos servidores. Y quien sirve a Jesús sirve también al prójimo. Pienso en tantas personas indolentes, fatigadas, postradas por sus propias frustraciones o por el maltrato, angustiadas,… que necesitan de esa mano de Jesús que les devuelva la alegría de la existencia. También en nosotros, que necesitamos del contacto con Cristo para que nuestra vida sea más entregada y generosa.

La fama de Jesús se extiende y también su poder sanador. Así que la multitud se agolpa a su alrededor. La práctica del bien no va a reducirnos las ocupaciones sino aumentarlas. Pienso en esos santos inagotables: Francisco Javier, Pedro Claver, Juan Bosco,… El bien atrae y da trabajo. Jesús, nos enseña esa caridad que es amor sin medida.

Y ya de madrugada Jesús rezando. Lo que hace Jesús es una auténtica lección sobre cómo orar. Lo vemos a lo largo de todo el evangelio. Hoy se nos enseña el tiempo y el lugar; a buscar un momento que sea oportuno (el mejor para el Señor) y adecuado. Muestra también como en su humanidad Jesús ansiaba el diálogo con su Padre. Así lo encuentran los discípulos. Así está también Jesús en el sacramento de la Eucaristía, cerca de nosotros, en continuo coloquio con el Padre. En un lugar muchas veces solitario pero siempre accesible. ¿Qué le dicen los apóstoles? “Todo el mundo te busca”. Así empiezan a hacer de intermediaros entre las necesidades de la gente y Jesús. Interceder por los demás para que se encuentren con el Señor.