Las lecturas que la liturgia nos propone para este lunes de la tercera semana del Tiempo Ordinario, que se encuentra enmarcado dentro de la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, nos presentan en primera lugar, en su primera lectura, tomada del Segundo Libro de Samuel, la figura del Rey David como arquetipo del Mesías esperado. En este caso podemos hacer esta afirmación fijándonos en las cronologías que propone el texto que son de marcado carácter simbólico.

Así el texto señala que «David tenía 30 años cuando comenzó a reinar», lo mismo que Jesucristo que tendría unos 30 años cuando comenzó su vida pública. A continuación señala que David «reinó 40 años» los mismos que el pueblo de Israel permaneció en el desierto, o en paralelo con los 40 días que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su predicación. El número 40 tiene el sentido del tiempo completo, supone la culminación de un ciclo temporal.

Sin embargo, no es sólo el factor numérico el que señala esta representatividad mesiánica de David, sino también otros dos  elementos fundamentales del texto, primero que todas las tribus se unen bajo su mando para conquistar Jerusalén, la unidad en torno a rey designado por Dios, da al Pueblo la fuerza para conquistar la Ciudad Santa. Y en segundo lugar que esta ciudad pasará a conocerse como la Ciudad de David. El marcado carácter simbólico de Jerusalén, en el caso del cristianismo de matiz escatológico, en la que se la presenta como la Ciudad Prometida, el Reino definitivo, concreta en la figura de David, en la figura del Gran Rey, los ecos mesiánicos.

El tema de la Unidad como clave para conquistar la Ciudad de Dios puede muy bien servirnos para nuestra reflexión en torno al Ecumenismo y a la necesidad de buscar con esmero la unidad de todos los cristianos. Además enlaza con el contenido del Evangelio del día que pasamos ahora brevemente  a comentar.

En él encontramos un episodio de la vida de Jesús, en el cual es acusado de estar poseído por el demonio, y de liberar a los endemoniados con el poder de la tinieblas. La respuesta de Jesús a las acusaciones de los escribas tiene dos partes, la primera de marcado carácter lógico remite al tema de la unidad, ¿puede vencer un reino dividido?, que en clave ecuménica, y conectando con lo expuesto sobre la primera lectura, podríamos cifrar como: ¿puede convencer/evangelizar una Iglesia dividida?.

La segunda parte de la respuesta es de carácter teológico-moral y nos refiere al pecado contra el Espíritu Santo, aquel que no se puede perdonar, porque presupone el rechazo, la cerrazón, la negación por parte del hombre de Dios y de su poder. Cuando el hombre se cierra completamente a la misericordia de Dios y rechaza cualquier posibilidad de salvación, es cuando realmente se pierde toda esperanza.