Retomamos la lectura continuada del II Libro de Samuel, y seguimos leyendo la acción de Dios en la vida del Rey David. Hoy el episodio que nos narra la Escritura no es especialmente feliz. David lo tiene todo, es rey, ha conseguido conquistar Jerusalén, disfruta del poderío militar… sin embargo la iniciativa de construir el Templo sin tener en cuenta la voluntad de Dios, nos ponía en aviso de que el corazón de David estaba abriendo las puertas al pecado, y hoy se confirma esta impresión, David, que como decimos tiene todo, se encapricha de la mujer de Urías, y no duda en cometer adulterio, es más no duda en asesinar a Urías para quedarse con su mujer. ¿Cómo puede ser que David, que tan beneficiado ha sido por Dios, le traicione de esta manera? ¿como puede ser que David embriagado por el poder pierda la conciencia de pecado?…

Sin embargo no conviene ser muy duros con el Rey David, pues es experiencia común de los seres humanos que en nuestros momentos de fortaleza, cuando nos encontramos seguros de nosotros mismos, cuando parece que la vida nos sonríe materialmente, nuestros corazones se vuelven duros ante Dios. Quien tiene todo no necesita a Dios, David tiene todo, poder, fama, riquezas… incluso las mujeres que se el antojan… ¿No le pasa lo mismo a Occidente? ¿No le pasa lo mismo a la Vieja Europa?, si le preguntamos a los países más desarrollados  parece que se han perdido los filtros de la moral, Europa, los occidentales se sienten tan poderosos que han eliminado a Dios, y el resultado es muy similar al del rey David, un relativista moral en el que se somete la vida y la muerte a los propios caprichos o tendencias más primarias.

En esta Europa la parábola de Jesús que nos transmite Marcos resuena aún con más fuerza, ¿puede una semilla de mostaza asombrar a Europa?, ¿puede el Evangelio volver a sorprender a los hombres de Occidente?, ¿puede este mundo que se cree omnipotente reconocer que la semilla germina mientras duerme? Sólo si los cristianos lo reconoceos en nuestras propias vidas la Sociedad volverá a escuchar y a creer el mensaje de Jesús.

Es cierto, nuestras vidas tienen sus capítulos oscuros. Es cierto, no somos los mejores creyentes, muchas veces somos infieles… pero Dios, como seguiremos viendo en el ciclo de David, tiene siempre una mano tendida para rescatarnos y sacarnos de la mediocridad de nuestras soberbias, de la tristeza de nuestros egoísmos… y en esta tarea de llevar ese amor misericordioso de Dios a los hombre que nos lleva a la verdadera plenitud todos somos imprescindibles.