Si ayer el Rey David se nos presentaba triunfante en lo material, hoy se nos presenta derrotado. El profeta Natán viene a denunciarle, ¿a denunciarle? No, Natán viene para salvar a David de su propio pecado, es cierto que las formas y expresiones del texto son duros, pero la respuesta dócil del Rey que se reconoce pecador  y se siente hundido por haber traicionado al Señor le ponen en una actitud de penitencia que salva su vida.

En el relato de Marcos que la liturgia nos propone para este sábado Jesús aparece como taumaturgo, realiza uno de los que conocemos milagros de naturaleza. Es innegable que este milagro no tiene dos niveles de significado o dos claves de lectura. Una primera más evidente en la que Jesús es presentado por el evangelista como alguien con una autoridad especial. Esta autoridad especial, de la que se habla en varias ocasiones a lo largo de los evangelios se ejerce en esta ocasión sobre un fenómeno de la naturaleza. ¿Quien puede controlar la naturaleza? Sólo Dios tiene verdadero poder y autoridad sobre ella, por lo que existe en el texto una intención confesional: Jesús es Dios puesto que sólo Dios creador del mundo tiene verdadera potestad sobre lo creado. Esta intención se refleja de forma más clara en la pregunta que cierra el pasaje: «¿Pero quién es este?».

Un segundo nivel de significación podemos encontrarlo profundizando en las preguntas que Jesús lanza a sus discípulos: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis Fe?» Los discípulos que ven la barca zozobrar, se asustan, sienten miedo y recurren a Jesús, que actúa, pero al mismo tiempo les reprende. En una lectura literal Jesús parece duro con sus amigos, sólo ponernos con la imaginación en la barca nos hace comprender el miedo que pudieron pasar y el desconcierto ante las palabras de Jesús. Nos solidarizamos con los apóstoles porque nosotros sabemos muy bien lo que es atravesar tormentas en nuestra vida, sabemos bien lo que es sentir el miedo, la incertidumbre, la angustia… y como los apóstoles hemos gritado a Dios, le hemos llamado desde lo más profundo de nuestras tormentas esperando salvación, esperando una mano cálida que nos sacase del atolladero.

Es desde esta tormenta alegórica que representa nuestra vida, o la vida e historia de la Iglesia, desde donde las palabras de Jesús, que se pronuncian después de haber pasado la tempestad pasan a ser una súplica que un reproche. Jesús te dice en medio de tus ansiedades Confía en mi que estoy de corazón en cada cosa. Ojalá podamos descubrirle verdaderamente en todas nuestras tormentas.