Una de las cosas más bonitas de tener que construir una parroquia (que -por otra parte-, es una pesadez), es el momento en que dejas la Eucaristía reservada por primera vez en el Sagrario. Nos parece normal el binomio templo/sagrario. Pero cuando has estado semanas y semanas pasando por delante de un sagrario abierto y vacío, mientras se terminan las obras y llega el día de la dedicación del templo, estás deseando que se cierre esa puerta y Jesús tenga su trono donde esperar a quien vaya a verle. Esperas ansioso hasta el día de la dedicación y después de una larga ceremonia, casi al final, se reserva al Santísimo en el Sagrario del que – a no ser que ocurra una catástrofe y el viernes y sábado santo-, no volverá a faltar, espero que en siglos. ¿Has pensado alguna vez cuántos años lleva Jesús en el sagrario de tu parroquia sin faltar un solo día? Pero tal vez tengamos los templos cerrados, por miedo a los ladrones, o porque no está nunca el sacerdote, o mil excusas más…, Jesús dentro y nosotros fuera, cuando tenemos que entrar para que Jesús salga.

“… cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley” Si hubiera tenido horario de apertura el templo de Jerusalén lo mismo se lo encontraba cerrado. Todo ese templo, construido y reconstruido, estaba hecho para que ese niño entrase. El signo de la presencia de Dios -que hasta ese había desaparecido-, esperaba la llegada del mismo Dios. Ciertamente de una manera sorpresiva e inaudita, en brazos de María y guiados por José, pero no de una manera secreta, allí estaba Simón y Ana para dar testimonio. Se volvía a iluminar el Santo de los Santos, al pueblo que vivía en tinieblas una luz les brilló. Por fin llegó el Mesías, el esperado.

Nosotros no tenemos que esperar, tenemos la presencia real y sacramental de Cristo en nuestros sagrarios. Comprométete a cuidar un sagrario. No dejéis que estén solos. Ahora que está tan de moda el apadrinamiento, apadrina un sagrario. Busca amigos tuyos y amigos de Jesús que no le dejen solos. Que el párroco no pueda cerrar hasta la noche sin dejar encerrado a alguien dentro. Y si surge una capilla de Adoración Perpetua, aún mejor. Ojalá el mayor insulto que te digan es que estás muy enamorado de Jesús eucaristía. Y por ese ratito de compañía, cuando salgas a la calle será Jesús quien te acompañe e irás dejando, allí por donde pases, el buen olor de Cristo. No es ser pietista, es ser realista. Si creemos que allí está Jesús ¿dónde vamos a pasar un rato mejor?

María siempre está al lado de cada sagrario, no podemos ni queremos dejarla sola.