Hoy vamos a dejar que el comentario del Evangelio nos lo hagan los tres últimos Papas.

San Juan Pablo II:

“¡Sí, «todo el mundo te busca», Jesucristo! 
Muchos te buscan directamente, llamándote por tu nombre, con la fe, la esperanza y la caridad. 
Hay algunos que te buscan indirectamente: a través de los otros. 
Y hay otros que te buscan sin saberlo… 
Y están incluso los que te buscan, aun cuando niegan esta búsqueda. 
A pesar de esto, te buscan todos, te buscan antes de nada porque tú los buscas primero; porque tú te has hecho hombre por todos en el seno de la Virgen Madre, porque tú has redimido a todos con el precio de tu cruz. 
De este modo has abierto, en las sendas intrincadas e impracticables de los corazones humanos y del destino del hombre, el camino”.

Benedicto XVI:

“En este episodio aparece simbólicamente toda la misión de Jesús. Jesús, viniendo del Padre, llega a la casa de la humanidad, a nuestra tierra, y encuentra una humanidad enferma, enferma de fiebre, de la fiebre de las ideologías, las idolatrías, el olvido de Dios. El Señor nos da su mano, nos levanta y nos cura. Y lo hace en todos los siglos; nos toma de la mano con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos toma de la mano en los sacramentos, nos cura de la fiebre de nuestras pasiones y de nuestros pecados mediante la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de pie delante de Dios y delante de los hombres. Y precisamente con este contenido de la liturgia dominical el Señor se encuentra con nosotros, nos toma de la mano, nos levanta y nos cura siempre de nuevo con el don de su palabra, con el don de sí mismo”.

Francisco:

“Esto sucede también en nuestro tiempo, cuando, no obstante las múltiples conquistas de la ciencia, el sufrimiento interior y físico de las personas suscita fuertes interrogantes sobre el sentido de la enfermedad y del dolor y sobre el porqué de la muerte. Se trata de preguntas existenciales, a las que la acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante sus ojos al Crucificado, en el que se manifiesta todo el misterio salvífico de Dios Padre que, por amor a los hombres, no perdonó ni a su propio Hijo (cf. Rm8, 32). Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la palabra de Dios y la fuerza de la gracia a quienes sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos y enfermeros, para que el servicio al enfermo se preste cada vez más con humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico y con ternura. La Iglesia madre, mediante nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre”.

Alguno pensará: ¡Qué perezoso está hoy el comentarista! Copiar y pegar. Es verdad, pero lo importante es resumir lo que ya han dicho lo que son más santos que tu: Buscar a Cristo porque Él te ha buscado primero. Dejar que Cristo nos sane, nos reconcilie, nos levante con el don de sí mismo, que se encuentra en la Eucaristía y en la centralidad de la oración. Y mirando la cruz llevar a todos los hombres la luz. Tres estilos muy distintos de explicar el Evangelio, un solo mensaje: Jesucristo salva con palabras y obras. ¿Por qué no ponemos ante Jesús nuestra enfermedad y la enfermedad del mundo y nos dejamos curar? Es la única manera de servir.

Que María nos ayude este Domingo a vivirlo según la agenda del Señor: Curación, oración y anuncio.