Las lecturas de hoy nos hablan de la importancia de cuidar el corazón, aún por encima de las apariencias. Es lo que la reina de Saba logra ver, pues, más allá de la casa que Salomón había construido, los manjares de su mesa y demás, queda maravillada, sobre todo, por la sabiduría del rey, es decir, por aquella virtud que Dios le había concedido y por la que el pueblo es declarado dichoso. ¿Y tú?, ¿te consideras dichoso por los dones que Dios te ha regalado?

Pero la sabiduría reside en el corazón de Salomón únicamente cuando es fiel, cuando, como dice el salmo, encomienda su camino al Señor y Éste actúa. De fondo, resuena ese otro salmo que dice: pon tus delicias en el Señor y Él te dará lo que pide tu corazón. Efectivamente, la verdadera batalla de la vida cristiana se juega en el corazón, pues es de ahí de donde salen los buenos y los malos pensamientos, tal y como nos dice Jesús en el Evangelio que hoy la Iglesia nos propone.

La oración de hoy podría servirnos para repasar cómo están los anhelos más profundos de nuestro corazón, pedir a Dios esa luz que nos permita ver qué es lo que sale de dentro de él. ¿Es el orgullo de sobresalir?, ¿la frivolidad ante las cosas de los demás?, ¿la envidia? O, por el contrario, ¿lo que sale de nosotros es un corazón agradecido a Dios y a los demás?, ¿confiamos nuestro corazón al Suyo? Si nos cuesta ver esto, debemos buscar ayuda para encontrar esa misma visión que ya tiene la reina de Saba, es decir, pedir la mirada que ve las obras de Dios en nosotros mismos y en los demás. Recuerda que, como dice el Génesis, todo es bueno. ¡Ánimo!