La primera lectura de hoy (Oseas 6,1-6) es como la respuesta a la de ayer (Os 14,2-10), donde el profeta exhortaba: “Vuelve, Israel, al Señor”. Hoy es el pueblo quien responde: “Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado y él nos curará”.

Espero que el examen de conciencia que mandé ayer te haya servido para hacer un buen rato de oración y repasar tu vida en la presencia del Señor. Hoy también continuamos con la jornada “24 horas para el Señor”, así que todavía tienes tiempo de darte un buen chapuzón de misericordia divina y una larga sesión de abrazoterapia de amor de Dios que supone el perdón de tus pecados.

Después de un largo invierno en que el sacramento de la penitencia (o reconciliación, o perdón, o confesión, o como queramor llamarlo) fue arrinconado —como muchos confesonarios, que se dicaron a armario de limpieza—, de nuevo se está recuperando la práctica habitual de esta gran oportunidad que nos da Jesús para encaminar lo que se tuerce en nuestra vida personal.

Ayer en catequesis hicimos un rato de oración de alabanza con los niños, en la capilla de los locales de la parroquia. Hubo un turno de propuestas por las cuales alabar a Jesús, y una niña dijo: “Porque siempre nos das otra oportunidad, ¡Te alabamos Jesús!”.  Preciosa consideración, muy al hilo de lo que tratamos. Siempre hay otra oportunidad para crecer en el amor, para ensanchar nuestro corazón, para emprender con más brío los trabajos por el Evangelio. Santa Carmen Sallés decía con frecuencia: “Adelante, ¡siempre adelante!”.

El publicano de la parábola de hoy cuenta con Jesús. El fariseo no. Es la gran diferencia. Que contemos con Él, que vivamos con Él, que lloremos con Él, que nos arrepintamos con Él. Contamos siempre con el Señor, y Él siempre cuenta con nosotros. Así es más fácil el arrepentimiento, la conversión de la vida, pues Él nos sostiene, nos acompaña, nos cura de nuestros pecados.