Con la esperanza bien puesta en Dios saludamos este nuevo día que comienza. Seguimos inmersos en el tiempo de la cuaresma, tiempo de especial gracia en el que debemos intensificar nuestra vida cristiana.

Hoy el evangelio nos presenta un largo diálogo entre Jesús y los judíos. Jesús argumenta que ha recibido del Padre el poder de dar la vida.

“Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Os lo aseguro: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no será condenado, porque ha pasado ya de la muerte a la vida”.

Cristo es vida, vida auténtica y definitiva. Dios le ha dado esta vida para comunicársela a todo hombre. El hombre para poder vivir necesita dar sentido a su vida, necesita un ideal noble por el que luchar. Difícilmente un hombre puede estar ilusionado si sus metas son ir tirando, encontrando algún divertimento aquí o allá.

Por desgracia muchos hombres han reducido el ideal de sus vidas a metas puramente materiales, a metas que no logran darles plenitud. Jesús nos anuncia una vida nueva. Él es el hombre perfecto, el hombre pleno, el hombre realizado. En Cristo encontramos la personalidad más atrayente.

Si nos identificamos con Cristo, si hacemos que nuestra personalidad se parezca, cada vez más, a la de Jesús, si orientamos nuestra vida , como escribe San Ignacio, para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor , nuestra vida será distinta, será plena. Lo veremos todo bajo una nueva luz, la de Dios. Lo que antes quizá nos atraía, nos dejará indiferentes, lo que nos dejaba fríos, ahora nos entusiasmará. Cristo tiene esta vida de Dios que se perpetua y llega a su perfección en la vida eterna.

Nada más amigos, de todo corazón, les deseo buenos días.