Jesús anuncia por segunda vez a los discípulos que le espera la Pasión cuando lleguen a Jerusalén… Y acto seguido se ponen a discutir quién es el más importante entre ellos. Increíble. Son jarros de agua fría que nos hablan de la poquedad humana en momentos en los que hay que dar el “do de pecho”.

¡Cuánto comprende Jesús la debilidad humana! La de los discípulos y la de cada uno de nosotros. Fuera de la desesperación por la cortedad de miras y el egoísmo de las futuras “columnas de la Iglesia”, se pone a instruirles para que “vean” su propia cortedad y racanería. Les habla de servir, de ser grandes queriendo hacerse muy pequeños.

Jesús indica que la mayor ambición en la vida ha de ser imitar en todo al Maestro, sirviendo a todos, luchando contra el egoísmo que rompe la convivencia a causa de las ambiciones por destacar, por llegar más alto, por tener mejor posición social, por subir puestos en el escalafón o por reclamar más atención en la familias o entre los amigos o en la empresa… Todo eso denigra la relación entre las personas porque en vez de amarlas, acabas usándolas para tus propios fines.

El hecho de que los apóstoles discutieran quién sería el más importante nos alerta de que nunca estamos libres de esa gran tentación de un amor propio que reclama su expansión a costa de lo que sea. Es una lástima que el Evangelio no describa la conversación, aunque es fácil echar la imaginación al vuelo: “yo tengo mejores cualidades para las relaciones sociales y sé hablar latín y griego”; “a mi me ha señalado varias veces para que le ayudara, más que a vosotros”; “yo soy el que más tiempo ha pasado con él”; “me ha contado cosas que a vosotros no”… En fin. Cada uno añadirá con su imaginación argumentos diferentes, pero todos ellos con un hilo común: yo, mi, me conmigo.

A continuación, Jesús abraza a un niño, como poniéndole de ejemplo de sencillez. Añade de este modo otra característica, además del servicio: la sencillez, tan propia de los niños. De esta sencillez y confianza nos habla el salmo: “Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará”. Se trata de una llamada a la confianza en el Señor, que nunca nos deja caer, aunque las circunstancias que estemos pasando sean del todo adversas. Como la Virgen al pie de la Cruz volvió a repetir el “fiat”, así nosotros podemos encomendar a Dios nuestros afanes, dificultades y peligros, volviendo a decir “fiat”, hágase.

En resumen, el evangelio de hoy nos habla de entrega (la pasión), de servicio y de sencillez. ¡Vaya cuadro más completo de la vida cristiana!