Si hay una palabra que está de moda en la actualidad es la palabra Discernimiento. La hemos escuchado en numerosas ocasiones especialmente al Papa Francisco que desde su Magisterio propone a la Iglesia esta actitud de escucha atenta de la realidad en búsqueda de la Voluntad de Dios. El Evangelio de este miércoles nos da uno de los trucos elementales en el discernimiento de las realidades y de las acciones: los frutos. Y ¿por qué los frutos? porque las cosas de Dios siempre dan resultados inesperados.

Hoy en día nuestra sociedad se muestra terriblemente eficentista, parece que los que no tiene un resultado inmediato, aquello que no nos provoca un beneficio material a corto plazo no sirve, y hemos perdido práctica al leer los frutos de nuestras acciones pues nos falta paciencia y nos falta sagacidad para leer nuestra propia realidad. A veces incluso nos empeñamos en leer lo que nos sucede al revés porque no nos gusta lo que nuestra realidad nos está mostrando. Muchas veces damos la espalda a los signos de los tiempos, porque lo que los tiempos nos indican no nos gusta, y utilizamos ese viejo truco que es echar la culpa al empedrado o a los demás.

Sin embargo Jesús es claro hoy, como siempre, en lo que nos propone, si los frutos no son de Dios, si los frutos no responden a su lógica, lo que tenemos delante son falsos profetas. Dando un paso más podemos preguntarnos cómo son los frutos del Evangelio, serán la comodidad, el éxito, la fama… miremos a Jesús, su vida nos habla con claridad, si lo que queremos es una vida de laureles y triunfos en categorías humanas parece que el Evangelio no es el mejor camino, por a Jesús la vía humana se le acabó en el fracaso: la cruz.

Es siempre un ejercicio iluminador leer nuestra realidad desde el evangelio, y especialmente leerla desde la Vida de Jesús para así ser capaces de trabajar en nuestra propia realidad la forma de actuar, sentir y amar del mismo Jesús, de tal forma que encontremos el verdadero sendero del éxito, y podamos dar frutos verdaderos.