¡Qué sabia es la Iglesia! Mañana tendremos, por decirlo así, un día de fiesta en la parroquia. Se celebrará una boda en la que celebraremos los tres sacerdotes de la parroquia. ¿Se casa alguien famoso? ¿Alguien de las revistas del corazón o influyente en la economía o en la política? ¿Se llenará la parroquia de fotógrafos y reporteros? Pues no, apenas vendrán una treintena de personas invitadas y no harán viaje de recién casados (lo de viaje de novios es un contrasentido después de casarse). Se casa una pareja de la parroquia que ya tiene dos niños. Ella tenía un matrimonio anterior y, como se ve que las cosas de Venezuela (su país de origen), tardan bastante en madurar y lo maduro no cae, lleva siete años esperando la sentencia de nulidad de su anterior matrimonio. Estos años han estado colaborando con la parroquia, viniendo a Misa los domingos y algunos días entre semana, han asistido a la primera comunión de uno de sus hijos y la confirmación de otro que tiene problemas de autismo…, y se quedaban en su banco, sin acercarse a recibir a Jesús en la Comunión. Eso les ha generado un deseo enorme y no sé si tienen más ilusión en casarse que, después de una buena confesión el sábado por la mañana, recibir a Jesús sacramentado por primera vez en muchos años. ¿Castigados? Ellos no se lo han tomado así, ha sido el aliento que les ha llevado a esperar y luchar pacientemente por la causa de nulidad, sin eso estoy convencido que hubieran tirado la toalla hace tiempo y no se hubieran casado jamás.

“Vienen días – oráculo del Señor Dios – en que enviaré hambre al país: no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor.

Andarán errantes de mar a mar y de septentrión a oriente deambularán buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán”.

La Palabra de Dios y la Eucaristía no son un derecho, son un regalo de Dios, un don que Él nos da. Ahora parece que se quiere dar el Cuerpo de Cristo a cualquiera, como yo doy piruletas a los niños después de Misa. Jesús se lo dice a los fariseos: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Aquí algunos dicen: “Ves, Jesús comía con los pecadores, luego los pecadores pueden comer a Jesús.” Jesús come con ellos después de que Mateo escuchó la llamada: « Sígueme». Y se levantó y lo siguió. Si Mateo se hubiera quedado sentado cobrando sus impuestos a la voz de “¡El siguiente!” Jesús no habría ido a su casa.

Algunos comulgamos todos los días, o al menos varias veces en semana. Piensa que cuando te levantas de tu banco y te acercas a recibir la comunión es tu respuesta al « Sígueme» de Jesús, y le dices: “Te seguiré a donde vayas”. No podemos manipular a Cristo, usarlo como un regalo nuestro, es Él quien se regala a quien le sigue y, si no, pasaremos hambre de Dios.

Que María nos ayude a cuidar cada comunión, siendo una respuesta concreta en nuestro camino de conversión.