Dice el Evangelio de hoy que Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

Muchas veces hacemos de la vida cristiana una carrera por estar bien, estar tranquilo y ser feliz. Y esto realmente está bien, pero lo cierto es que Jesús ha venido al mundo también siendo consciente de que necesitamos una importante carga de alivio, sabiendo que el camino no es fácil. Y eso es lo que demostró durante el tiempo que estuvo con nosotros, como revela la lectura que la Iglesia no presenta hoy del evangelio de Mateo. ¡Tenemos un Dios que se compadece nosotros! De obra, de palabra y pensamiento. Quizás estemos acostumbrados a escucharlo, pero la clave es vivirlo. Para ello, fíjate en cómo Jesús estaba siempre pendiente de los demás, atento a lo que otros pudieran necesitar. Observa los verbos que la Palabra refiere a Jesús. Es realmente conmovedor.

Hoy es un buen día para pedirle el consuelo que necesitamos y tomarle la palabra cuando dijo que nos acercáramos a él todos los estaban cansados y agobiados. Y, si no tienes nada de lo cual necesitar un especial consuelo, pide por esa persona que conoces y que seguro lo precisa. Y, en el hipotético caso de que a ti y a los tuyos todo les fuera perfecto, ¿a qué esperarías para darle gracias y más gracias?