Estamos inmersos en este nuevo verano que cambia nuestras rutinas y nos trae el ansiado tiempo estival y de descanso que muchos desean y añoran durante el curso. Las vacaciones de verano son hoy una ilusión del “ideal”, los sueños de cosas y experiencias mejores que la sociedad, al margen de Dios, fomenta en nuestros días. Es como un espacio de vida de ensueño y unos momentos ideales que puedes comprar, consumiendo ocio, nuevas experiencias y diversión, al margen del trabajo y el sacrificio alienante que “sufrimos” todo el año.

¿Por qué trabajar, tener responsabilidades, vivir el día a día con su afán, entregar tu vida en la educación de tus hijos o a tu familia o por los demás? ¿Por qué compartir en la familia, en la vida de los otros o tu entorno habitual lo cotidiano, es un suplicio y una carga que no nos hace felices? ¿De donde sale esta idea para muchos? ¿Por qué tanta ansia y deseo del fin de semana, de los puentes o de viajes de placer y vacaciones costosísimas?

Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. Estamos perdiendo el norte y el sentido de nuestras vidas; cada vez son más los que buscan a través del consumo de experiencias materiales o artificiales llenar su vida vacía en su interior. Hay que dejar complejos y prejuicios, escuchar al Señor que nos habla en nuestro corazón, que resuena en nuestro vacío.

Hay que dejar planes egoístas, ideas de “gurus” ególatras o de modas interesadas y financiadas por poderes con intereses ocultos. Dejad de mirarnos el ombligo, de ser manipulados y mirar hacia fuera, al otro, al horizonte, y también, al cielo.

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.
Hay que dejar de hacer el mal y hacer el bien, la voluntad de Dios. No terminamos de darnos cuenta, pero es vital que pongamos al Señor como lo primero de nuestra vida y ayudemos a otros a hacerlo. Porque el dejarnos llevar por nuestra “bajas” pasiones y por nuestros afectos desordenados son medios para el desastre y la falta de sentido de la vida: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.

El verano, este tiempo distinto, es oportunidad para un buen descanso, para revisar, para reforzar, para avanzar en nuestra conversión, para una puesta apunto en tu vida, para madurar con el Señor, para equilibrarlo todo ¿A qué esperas? ¿No tengas miedo a dejar lo que te está hundiendo, lo que te está alejando de la salvación, de la felicidad? Ahora tienes la oportunidad de ver y valorar todo lo bueno que tienes en tu vida cotidiana, el don de Dios, lo que puedes hacer o dejarte hacer, lo que puedes conseguir si dejas ídolos. El que me ofrece acción de gracias, ese me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios; te llenarás hasta la plenitud.