La Asunción de Nuestra Señora. Nuestra Señora del Alcázar, de Begoña, de la Paloma, de Los Reyes, del Alba. Santos: Alfredo, Alipio, Arnulfo, Juan, obispos; Luis Batis Sainz, sacerdote mártir; Napoleón, Saturnino, Manuel Morales y Salvador Lara Puente, mártires; Alicia (= Adela), Margarita, Emilia, vírgenes; María Sagrario de San Luis Gonzaga, mártir (beata).

Nació en Méjico, en San Miguel del Mezquital, perteneciente a la archidiócesis de Durango, el 13 de septiembre de 1870.

Fue el párroco de San Pedro Chalchihuites.

A partir del día de su ordenación sacerdotal se mostró siempre como celoso sacerdote en todos sus ministerios; pero sobresalió de modo visible en la atenta y cuidadosa dedicación a los jóvenes. Fue para ellos un guía y padre bondadoso que de diversas formas les hacía crecer espiritual y culturalmente, y les ayudaba a superarse hasta en lo material. Es decir, que se ocupaba de la persona, superando el maniqueísmo facilón. Especialmente supo infundir en la juventud el espíritu de heroísmo cristiano para profesar su fe.

Apenas habían pasado quince días de la suspensión del culto público ordenado por los obispos, fue tomado prisionero. Al comunicarle que los soldados lo buscaban, dijo: «¡Que se haga la voluntad de Dios, si Él quiere, yo seré uno de los mártires de la Iglesia!».

Y al día siguiente, 15 de agosto de 1926, fue conducido junto con sus más cercanos colaboradores en el apostolado: Manuel Morales, Salvador Lara Puente y David Roldán, al lugar conocido como «Puerto de Santa Teresa». El Sr. Cura Batis y Manuel Morales fueron llevados fuera de la carretera para ser fusilados; entonces el sacerdote tuvo energía sobrenatural suficiente para olvidarse de sí mismo y caridad heroica para preocuparse de los demás como siempre había sido la línea de su ministerio; intercedió por su compañero recordando a los verdugos que Manuel tenía esposa e hijos. Todo fue inútil y el párroco, con su característica sonrisa bondadosa, absolvió a su compañero y le dijo: «Hasta el cielo». Pocos segundos después se consumaba su martirio en el día de la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen.

Lo canonizó el papa Juan Pablo II el 21 de mayo del año jubilar 2000.

A los que con sarcasmo –exponente de un anticlericalismo mamado– suelen comentar cuando ven pasar la figura de un sacerdote «¡Qué bien viven los curas!» habría que contestarles con sonrisa en los labios con un «¡Qué bien mueren los curas!». Porque a quien da la vida como el señor cura Batis no se le puede pedir más. Y eso es bueno, ¿no? Por eso es, además de intercesor, un modelo que imitar.