Para entender bien un fragmento del Evangelio habría que estudiar un poco de Sagrada Escritura o tener un mínimo de conocimientos de las costumbres de la época que se nos muestra. Pongamos un ejemplo, cuando el profeta Daniel habla de las cuatro bestias que han azotado el mundo, no se refiere a una serie de extraños depredadores, sino a imperios que ocuparon el planeta conocido: caldeos, persas, romanos y griegos. El Señor dice hoy que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios, ¿a qué se refiere? Las puertas de las ciudades amuralladas constaban de dos grandes portones y otra puerta de menor tamaño que únicamente permitía el paso de personas, para evitar la entrada de carros y animales de carga. De estas hablaba el Señor, de las estrechas y casi imposibles para el camello.

Pero hay otro dato sorprendente. Cuando el Señor alude a los ricos, los discípulos se asombran grandemente, y se preguntan unos a otros: entonces, ¿quién podrá salvarse? Da la sensación de que los doce apóstoles se ven pillados en sus riquezas, como si fueran una panda de comerciantes enriquecidos que poseyeran palacios y tierras en el extranjero. Es enigmático que se sintieran señalados por las palabras del Maestro. Quizá cuando el Señor piensa en las riquezas, se refiere al corazón del hombre que procede por acumulación y no por desprendimiento. Rico es quien ha desviado su interés hacia la posesión de la tierra. Puede tener mucho dinero, cierto, o puede que no, y ser sólo un terrible ambicioso, o un desesperado comido por la envidia de los dineros ajenos que añora, o un torturado por la apreciación ajena que le dé prestigio.

El rico es un pobre de corazón podrido. Hay un salmo que habla con más propiedad de los que llenan su granero hasta verlo rebosar: gente de corazón extraviado. Y ese extravío sí que nos alcanza a todos, a los poseedores, acreedores, apóstoles, gentes de a pie, vengadores, míseros de contar una y mil veces su parco patrimonio… Entramos todos, por eso es imposible para el hombre salir de este laberinto si no deja entrar a Dios para que arramble con ese pobre ajuar y lo arroje por la ventana.