Entre anteponer una norma ritual como la del descanso sabático y salvar a alguien haciendo la voluntad de Dios o lo contrario, nos jugamos la diferencia entre verdadera y falsa religiosidad.

¿Sabemos distinguir bien entre la verdadera religiosidad y la falsa religiosidad? La pregunta no es baladí, pues en ello están en juego tres cosas muy importantes:

  • Esta en juego nuestra propia salud espiritual, por no decir nuestra propia salvación. La capacidad humana del autoengaño hasta el punto de disfrazar de bien el mal es enorme.
  • Esta en juego el poder frenar o en cambio dejar un resquicio para que el maligno haya su más preciada perversión: conseguir que se haga el mal en nombre de Dios.
  • Y esta en juego también el modo en el que transmitimos a las próximas generaciones y a nuestros contemporáneos la fe, imbuidos (como nosotros) de la cultura dominante secularizada cuando no prescindente de Dios, que tantas veces la mezclamos con criterios que no sólo no son cristianos, sino que son directamente opuestos a la voluntad de Dios.

Jesús contrasta la falsa religiosidad de los fariseos, que se basa en imponer y exigir a los demás el cumplimiento de normas estrictas de conducta, la aparente superioridad de quienes se creen maestros y consejeros, frente a la verdadera religiosidad que consiste en la humildad, la mansedumbre, la confianza en Dios, y la misericordia.

¿La llamada de Jesús a purificar la experiencia religiosa tiene vigencia en nuestro tiempo? Sin duda que si:

  • Hoy las palabras de Jesús nos advierten del peligro de hacer de la religión, incluida la religión cristiana, una excusa para dar rienda suelta a la arrogancia personal o colectiva, y el afán de superioridad. Es el peligro del integrismo, contrario al espíritu de encuentro, de diálogo, de integración.
  • Hoy las palabras de Jesús nos advierten del peligro de hacer de la religión, incluida la religión cristiana, un medio para la crítica destructiva, y la denigración y ofensa de los demás, de sus culturas y sus religiones. Es el peligro de la xenofobia y del fanatismo religioso o anti-religioso.
  • Hoy las palabras de Jesús nos advierten del peligro de hacer de la religión, incluida la religión cristiana, un camino de auto-afirmación y autosuficiencia personal, de búsqueda de méritos para exigirle a Dios la salvación. Es el peligro del pelagianismo, de la minus-valoración de la gracia frente a la supervaloración de la capacidad personal propia de la cultura moderna individualista.